jueves, 2 de julio de 2009

CUBA: NARRATIVA, RAZA Y MUJER


CUBA: NARRATIVA, RAZA Y MUJER
(Algunas interrogantes y otras reflexiones a partir de Sobre las olas y otros cuentos[1], de Inés María Martiatu).

La reciente aparición de Sobre las olas y otros cuentos, de Inés María Martiatu, por Swan Isle Press Chicago, viene a constituir un suceso peculiar dentro del discurso editorial cubano y el entorno ideotemático en que se mueve nuestra producción literaria cubana en ésta primera década del siglo XXI.
Comenzaré por la primera de estas instancias: la del discurso editorial cubano. Por cuanto la edición de este libro no se realiza desde ninguna de las editoriales de Isla, sino que nos llega desde lo que en el argot de la ciudad letrada cubana se conoce por la Academia Norteamericana. La segunda de las razones que hacen de la aparición de Sobre las olas… un evento peculiar están en los asuntos y conflictos que este libro, desde su textualidad fascinante recrea; y las nuevas inflexiones que introduce en el espectro de indagaciones temáticas y estéticas de la narrativa que están escribiendo actualmente las mujeres en Cuba.
Desde la década del noventa, del pasado siglo, la narrativa femenina pasó a constituir uno de los espacios más atendido por la crítica literaria cubana. Como lo atestiguan las innumerables antologías, cartografías, y textos críticos que en este sentido aparecieron tanto en Cuba y en el extranjero, particularmente en los Estados Unidos dedicados a dar fe de las nuevas tipologías de este movimiento, que apuntaban hacia el devenir social y genérico de la nación, el cuerpo sexuado, el realismo sucio... Este fenómeno, unido a otras circunstancias, propició, en parte, una especie de boom de la narrativa cubana producida por mujeres. El cual devino un enclave no sólo discursivo, sino una plataforma de lanzamiento, descentramientos y debates sobre las políticas de interpretación falocéntricas y excluyentes desde las que el discurso crítico y pensamiento sobre literatura cubana tradicionalmente había articulado las cuestiones relativas al canon, la norma...
Sin embargo, la reciente aparición de, Sobre las olas… viene a hablarnos de cómo estos reclamos de validación, muy justos, de la teoría y la narrativa de mujeres, terminó, en lo racial, reproduciendo el mismo gesto exclusivo de que eran víctimas.
Es en este punto donde aquí radica no sólo el mérito, sino también los desafíos que propone Sobre las olas… a nuestras teóricas feministas, estudiosos de la literatura y de las problemática del campo cultural cubano. Es decir, el de una lectura de estas narraciones desde la perspectiva analítica del feminismo negro.
La problemática racial constituye, en la sociedad cubana actual, uno de los tópicos más candentes dentro del debate público e intelectual. Estas discusiones no han escapado a estudiosos de la literatura y la cultura cubana de otras partes del mundo. Específicamente, los textos de autoras afrocubanas como Nancy Morejón, Georgina Herrera, Excilia Saldaña, Teresa Cárdenas, los libros Reyita y Golpeando la memoria, de Daysi Rubiera… resultan las autoras y textos de mayor visibilidad y reconocimiento internacional.
Llegado a este punto me surgen varias interrogantes: ¿Es en la poesía, la literatura para niños y en el testimonio dónde la literatura escrita por afrocubanas ha logrado expresar con un alto nivel estético las complejas problemáticas que se derivan de su doble condición subalterna? ¿Qué marcas y procedimientos escriturales, más allá de las referencias al mito y al etnotexto, nos permiten aseverar que estamos ante la presencia de una escritura y una cosmovisión del mundo que emana de un sujeto negro? Son respuestas en la que la crítica cultural encargada del análisis de las obras literarias cubanas que están produciendo estas identidades tendrá que continuar ahondando. Nótese que escribo crítica cultural, y no literaria a secas.
Considero que el espacio de la narrativa escrita por mujeres negras sigue siendo una provincia poco atendida por la crítica. (Cuando hablo de crítica a la literatura producida por afrocubanas; me refiero -claro está- a los estudios que se realizan fuera de la Isla, por colegas extranjeros quienes parecen haber acaparado el tema). A pesar de que existen nombres como los de Isnalbys Crespo, Elvira García Mora. Paradójicamente, un cuento de ésta última, incluido por Salvador Redonet en su memorable antología: Los últimos serán los primeros, es considerado como fundacional en este tipo de escritura. Digo, paradójicamente porque su asunto y el mundo que recrea no sólo se abordada desde una perspectiva de género, sino también racial.
Lo que intento significar es que estamos frente a un movimiento que está muy lejos de haber agotado todas sus posibilidades de estudio. Y donde intervienen otras regularidades generacionales, de formación literaria, el lugar desde donde las autoras producen sus textos (no siempre ni necesariamente La Habana), etc.
Al mismo tiempo, existe una dificultad para la crítica ávida de auscultar este proceso. Y estriba en el autoreconocimiento de esta doble condición: mujer y negra. Aclaro que por autoreconocimiento me refiero a un hecho que va más allá del punto de vista o el posicionamiento de enunciación de las propias autoras. Hablo del hecho de asumirse públicamente desde esta doble condición: la de mujer y negra.
La autora de Sobre las olas… es, actualmente, en Cuba una de las intelectuales más informada sobre las teorías del feminismo negro, y también sobre las obras de ficciones producidas por escritoras afrodescendientes en Latinoamérica y el Caribe.
La primera vez que tuve noticias de estos relatos fue en 1990. Por esa fecha uno de ellos obtuvo el premio en el concurso de cuento femenino convocado por El Colegio de México y Casa de las Américas. Posteriormente, en 1993, una muestra muy breve de los mismos vieron la luz en una plaquet, que publicó la Editorial Letras Cubanas bajo el título de Algo bueno e interesante.
Las historias que se nos cuenta en Sobre las olas seducen por la manera en que están narradas. En ellas la música es uno de sus motivos más recurrentes. El mismo título del libro, que ahora el lector tiene entre sus manos, es un préstamo que Inés María Martiatu toma de un vals del compositor mexicano, Juventino Rosas. Otro de los relatos, “Una breve y eléctrica sensación”, se inicia cuando suenan los primeros acordes de una orquesta. Entonces, como poseída por un hechizo, una niña, siente que su cuerpo empieza a vivir una transformación inusual. En “El re es verde”, una maestra de kindergarten musical, Madame Paulette, le asegura a sus discípulos, que las notas musicales están hecha de colores… La música siempre, ella, desde su potencial perturbador que convoca a su alrededor los imaginarios de lo popular, la identidad racial, la memoria.
También estos relatos nos hablan del desarraigo familiar y existencial que algunos de sus personajes arrastran como una marca atávica. La falta de anclaje que hunde sus raíces en los orígenes diaspóricos del pueblo negro. La manera brutal, con que fue transplantadas a este lado del Atlántico. Pero vividos como atributo de una subjetividad y una existencia frente a la que el lector queda desarmado.
En “La duda” luego del inicio de una relación amorosa entre Matilde y la protagonista, que se ve frustrada por la intervención de las mojas. La primera (Matilde) es enviada con su familia, y la otra a un convento de negras en Estados Unidos. De ésta última nos dice la narradora: “Ella no dejaba nada atrás ni siquiera el recuerdo de una familia. Había salido muy pequeña de su casa para establecerse en aquel lugar sin tiempo y sin posibles referencias personales que era el convento. No podría ya recordar su casa, su origen, sus hermanos…”
Paradójicamente, también es la mujer negra, en el espacio doméstico, quien mantiene viva la memoria, a través de la cháchara, el parloteo familiar. Ella articula los fragmentos distantes y dispersos de esa memoria lacerada, y los trae al presente.
Ningún otro, como el novelista cubano Eliseo Alberto, ha descrito, de manera
inigualable, la sensación que invade al lector de Sobre las olas cuando apunta:

“A veces el futuro está a la espalda. Los yorubas nos enseñaron
que cuando no supiéramos hacia dónde íbamos, miráramos atrás
para recordar de dónde veníamos. Inés María carga sobre los
hombros el tesoro de la palabra. Todos los caminos conducen a esa
novela llamada mar, escrita ola a ola”. Eliseo Alberto”.[2]

Si tuviera que elegir una de estas historias, me inclinaría, sin vacilación, a favor de “Una y otra vez “. Se trata de un relato circular, con cierto hálito borgeano.
Por el asunto que recrea (el mito de Sikan, a partir del que surge la Sociedad Secreta Abakuá); y determinadas marcas biográficas, el lector tiene la impresión de que se trata de un homenaje a la grabadora cubana Belkis Ayllón y su estética desacralizadora.
Los motivos del sueño, el espejo, el cuerpo prisionero dentro de otro cuerpo (el de la memoria, lo ancestral). El río, que aparece siempre en el sueño de la protagonista. Al igual que el espejo, tienen una connotación simbólica: “[…] cuídate de los espejos, son objetos peligrosos. Nadie sabe a dónde te pueden llevar.” Le advirtió en una ocasión el profesor. A medida que se desarrolla la historia, estas palabras adquieren un carácter de sentencia. Van mostrándonos los presuntos misterios que en sus inicios estaba designando.
El espejo y el río establecen las demarcaciones espacio temporales entre dos mundos: el sueño y lo real, la memoria, la tradición, el rito y el presente. Entre el de la exclusión, la tachadura por un orden y una cosmovisión del mundo patriarcal, y el ahora. El primero, como centro, contiene al segundo. Su historia es la que dota de sentido vital y existencialmente el presente del personaje. Por eso el pasado (el sueño, el río, el espejo) tienen esa superficie espejeante a través de la cual ambos mundos se interconectan, yuxtaponen, parecen reflejarse a sí mismos. De ahí que, en un nivel diegético, ambos funcionen a manera de inversión. Ella, la protagonista de la historia, debe emprender ese peregrinar, la búsqueda de lo primigenio, pero el viaje se torna en un gesto de transgresión, irreverente y necesario.
Y es que lo primigenio aquí no ratifica el mito; sino que lo relee, lo (re)escribe desde una perspectiva de género. El cuerpo sexuado de la protagonista, hasta entonces constreñido, por este mecanismo, es liberado. Aunque, el rito prosigue: el sacerdote es siempre otro y el mismo. “El sacerdote tiene que seguir una vez más los designios de los dioses, porque la muchacha de los ojos como asombrados estará aquí siempre para hacerse voz. Una y otra vez, mujer y voz, misterio y voz. Para siempre. Una y otra vez. Por el resto de los tiempos. Una y otra vez [p.165].”
Sobre las olas, sus fascinantes y entrañables criaturas, son también la memoria de una región de la historia de la nación cubana poco visitada por la crítica y la teoría literaria cubana: el de la mujer y las familias negras; sus vicisitudes y expectativas. Inés María Martiatu elige precisamente esa región como posicionamiento para enunciar estas historias, narradas con plena conciencia que es desde ese y no otro el lugar desde donde desea hablarle a sus lectores.

Alberto Abreu
[1] Over the Waves and other Stories/Sobre las olas y otros cuentos. A bilingual edition. Swanisle Press, University of Chicago Press,2008.
[2] Sometimes the future is behind us. The Yorubas have taught us that when wedo not know where we are heading, we should look backwards to recall wherewe came from. Inés María carries on her shoulders the treasury of theword. All paths lead to that novel called the sea, written wave afterwave. Eliseo Alberto.

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