domingo, 17 de diciembre de 2006

Hasta siempre Beny


Beny More, el que nos dijo hasta siempre aquel 19 de febrero de 1963, el que llegaría a ser genial intérprete de todos nuestros ritmos había nacido en Santa Isabel de las Lajas, un pequeño pueblo en el centro de la isla, el 24 de agosto de 1919 en el seno de una familia humilde. Desde niño pudo beber en la raíces musicales de nuestro pueblo. Negro, descendiente de esclavos llevaba en sí el sincretismo de una cultura singular, transculturada, fecundada con los ritmos y las melodías ancestrales que nos llegaron de Africa y de España. En su pueblo escuchaba los tambores del casino de los congos y del de los yorubás, los cantos dedicados a los nkisis y a los orichas y por otro lado el son, la música guajira de la tierra con sus rasgueos de guitarras.
En una de sus más conocidas interpretaciones, “En el tiempo de la colonia”, Beny incorpora cantos y ritmos congos, especialmente el dedicado a Chola Enduengue, diosa del amor en la tradición conga, bantú, equivalente a Ochún entre los yorubás. En ésta y otras interpretaciones, el Beny emite sonidos agudos propios de los cantantes tradicionales de origen congo, llamados akpale, en las ceremonias de Palomonte. Y en su baile característico también hay pasos de los bailes rituales de Palomonte y un juego singular con el bastón que aparece como un sucedáneo del garabato, también propio de esos bailes. Todos estos elementos y su singular talento y expresividad para la danza constituían una parte importante de su proyección escénica que lo hacían inimitable. En otras creaciones suyas incorpora, así mismo, la música de inmigrantes caribeños, en algunos casos como en “Candelina alé”, de la tradición haitiana.
La infancia de Beny fue difícil, la pobreza de un hogar de 18 hermanos lo llevó a abandonar la escuela en cuarto grado y a dedicarse desde temprano a los más duros y disímiles oficios. “Soy guajiro”, cantaría más tarde. En medio de los trabajos y de las tareas del campo siempre encontraba tiempo para seguir a los mayores en cuanto se formaba un festín o una serenata. Ya desde temprano comenzó a tocar la guitarra que le acompañaría en sus primeros tiempos como músico. Ese otro sonero, Pío Leyva, llamado con justicia “El montunero de Cuba” compuso para Beny “Francisco Guayabal”, un son montuno que alcanzó una gran popularidad, en la voz del Bárbaro del Ritmo. El son fue uno de los géneros en que más se destacó el llamado con justicia Sonero Mayor.
Beny Moré llegó a La Habana con una guitarra y lleno de sueños. La capital se mostró difícil para él. Tuvo que vender frutos con una carretilla, dormir en cualquier parte y merodear por cafés, bares, calles y parques cantando sus canciones. Con un talento enorme y una fe en sí mismo tremenda también, perseveró aquel joven que siempre supo lo que tenía que dar a la música de su pueblo. Beny venció la soledad, el hambre, el racismo, y todas las dificultades que hubieran hecho desistir a otro pero no a él en una época de pocas posibilidades. En 1945 Beny tuvo la gran oportunidad de su vida, se fue a México con el conjunto del gran Miguel Matamoros. Al terminar su compromiso con éste, permaneció en ese país donde actuó en diferentes centros nocturnos. Luego se unió a la orquesta de Dámaso Pérez Prado, llamado El Rey del Mambo. Esta fue una etapa brillante de su carrera que lo proyectó en grande en el ámbito internacional. . “¿Quién inventó el mambo? “ Fue uno de los mayores éxitos de Beny con la orquesta de Pérez Prado “Quién inventó el mambo que me provoca”, cantaba Beny y él mismo se contestaba en una de sus ocurrencias . “quién inventó el mambo, un chaparrito con cara de foca”, refiriéndose al físico de Dámaso Pérez Prado. Cosa que dicen no le gustó nada al Rey del Mambo. Con este músico excepcional que estaba haciendo furor en México y en el mundo, Beny actuó en los más importantes escenarios de México, grabó discos, filmó películas. Esta experiencia le hizo definir su estilo, incorporar las posibilidades de cantar con una gran orquesta y sobre todo vincular el formato de jazz band a los más auténticos géneros de la música cubana: son, guaracha, rumba, bolero, cha cha chá etc sin perder su cubanía. Llevándola a la música popular bailable. Ya nunca abandonaría este formato de Big Band de jazz, lo que él llamó su Banda Gigante, su tribu.
Poco después, de regreso a Cuba se incorpora a la orquesta del músico oriental Mariano Mercerón. Fue en esta época en Santiago de Cuba, cantando con la orquesta Mercerón junto a otros dos grandes: Pacho Alonso y Fernando Álvarez, que surgió la anécdota que le dio para siempre el título de Bárbaro del Ritmo. Cuentan que estaba con unos admiradores en una esquina santiaguera, cuando pasó una muchacha muy hermosa. Beny exclamó “¡Qué bárbara” y uno de los amigos replicó “! El bárbaro es usted!”. Y se le quedó lo de “El Bárbaro del Ritmo” que le acompañaría para siempre. Viajó de nuevo para actuar en México y al regresar canta con las orquestas de Bebo Valdés y de Ernesto Duarte.: “Como fue”, de Ernesto Duarte, es uno de los boleros más exitosos interpretados por Beny Moré y que se mantiene en el gusto del público. Su trabajo con un músico como Ernesto Duarte fue sin duda muy importante para Beny. La banda que fundaría está más cerca del estilo de Ernesto Duarte que del de ninguna de las agrupaciones con que había trabajado hasta el momento.
Beny funda su Banda Gigante, una orquesta de tipo jazz band que él adaptó al repertorio variado que cultivaba y le incorporó el ritmo y la explosividad que lo caracterizaban. Con su genio natural y su oído privilegiado, realizaba él mismo los arreglos sin haber estudiado la técnica musical. Su éxito fue inmediato. Su musicalidad, y su carisma le ganaron el amor de todo un pueblo que lo seguía y bailaba al ritmo de sus sones o se enamoraba con la voz vibrante y emotiva en los boleros que interpretaba. Cuentan los que tuvieron el privilegio de escucharlo en las fiestas populares de La Tropical o en cualquier otro lugar que se presentara, que el público, en un momento dado, dejaba de bailar. Se quedaban extasiados escuchándolo en sus boleros y canciones. Beny se debía a su pueblo. A pesar de sus compromisos con la radio y la televisión, con las disqueras y sus presentaciones en los más importantes cabarets, realizaba constantes giras por toda la isla que le ganaron el amor y la gran popularidad de que gozó como artista. Siempre se presentaba en bailes populares. Mantuvo sus presentaciones en el Alí Bar, un modesto cabaret fuera de los circuitos exclusivos del turismo, al alcance de la gente más modesta y sobre todo de los negros que no podían acceder a los grandes night clubs.
Beny Moré: le cantó a diferentes ciudades y pueblos de Cuba. A “Santiago de Cuba” y “Manzanillo”, en sones compuestos por Ramón Cabrera. A ellos les podemos agregar “Guantánamo”, tambièn de Ramón Cabrera y “Cienfuegos” y su inolvidable “Santa Isabel de las Lajas” escrito por él mismo a su querido pueblo natal,
Beny Moré resultaba una personalidad carismática. Dominaba la escena y el público deliraba ante cada representación suya. Desplegaba una enorme energía que contagiaba a todos. Dirigía su orquesta bailando en su estilo originalísimo. Su voz privilegiada era capaz de alcanzar amplios registros. Vestía de una manera peculiar: pantalones anchísimos, saco largo y bailaba con su bastón y la cabeza coronada por un enorme sombrero. Esta indumentaria, criticada por algunos, fue la versión cubana de ese estilo de vestir trasgresor que surge en América Latina, en el Caribe y en las comunidades negras y latinas en Estados Unidos. Ejemplos los tenemos en la llamada extravagancia de los afro norteamericanos, de la que Malcolm X fue un ejemplo en su primera juventud, del comediante mexicano Germán Valdés, Tin Tan, o del popular cantante puertorriqueño Daniel Santos. Beny usa la vestimenta del tipo popular en aquella época, el “pachuco” para los mexicanos y el “chuchero” para los cubanos.
Helio Orovio en su Diccionario de la música cubana escribe sobre Beny Moré : “fue culminación de todo un sendero recorrido por el arte musical entre nosotros” y el poeta Félix Contreras define la trayectoria del Bárbaro del Ritmo con esta expresión cubanísima: “Beny Moré cerró y se llevó la llave”. Beny era conocido por su generosidad con sus amigos o con cualquier persona del pueblo que necesitara ayuda en aquellos años difíciles. Muchas veces se exageró su informalidad o impuntualidad. La gente se quedaba esperando su llegada en los bailes en que se anunciaba su actuación. Él se defendía diciendo que lo anunciaban para atraer público a actividades que él ni conocía. Pero también se supo que tocaba en fiestas de amigos o del pueblo sin cobrar nada. Igual era su generosidad y respeto con otros cantantes a los que admiraba y elogiaba sin reparos. Por su Banda Gigante pasaron cantantes como Pacho Alonso y Fernando Álvarez, entrañables amigos que más tarde se destacaron como solistas. Cantó a dúo con otras figuras como Roberto Faz o el mexicano Pedro Vargas. Mantuvo un respetuoso mano a mano con el inolvidable Joseíto Fernández cantando “Elige tú que canto yo”, del autor de “La Guantanamera” y muchas veces se quedaba extasiado escuchando a Miguelito Cuní sin escatimar su admiración por él con grandes elogios.
Una de las últimas y más emotivas presentaciones del Beny se efectuó durante los festejos del periódico Revolución en la calle Prado frente al Capitolio, el 5 de enero de 1963 solamente un mes antes de su muerte.
Ante una multitud entre la que yo tuve el privilegio de estar, cantó como nunca. Aun quedan el recuerdo y los testimonios gráficos de su actuación. En un momento dado subió a bailar con él la popular actriz Odalys Fuentes.
Estábamos en febrero de 1963 y con frecuencia yo tenía que pasar por la calle Carlos III en la guagua, era entonces la ruta 19 y me dirigía hacia mi casa en el Vedado. En aquellos días, a la altura de la calle Espada, se agolpaba una multitud. Gente de pueblo que día y noche esperaba noticias de su estado de gravedad. Mientras el Bárbaro, el Rey, yacía moribundo en el hospital de Emergencias. Su pueblo lo acompañó como lo había hecho en otros momentos de amor o de júbilo. La noticia de aquella muerte esperada conmovió a todos sin remedio. Recordamos las imágenes de su funeral en el Noticiero ICAIC de entonces. Una mujer negra, ya mayor lo saludó, visiblemente en trance. “montada”, como decimos en Cuba, con algún espíritu, oricha, nganga o nkisi de esos que seguramente lo bendijeron con la “gracia” de la música al nacer y lo acompañaron siempre. La mujer, realizó tres veces un movimiento circular sobre el féretro con una bandera cubana.
Llegada la hora de partir, una enorme muchedumbre colmó los alrededores de la terminal de trenes para despedir al Bárbaro del Ritmo en su último viaje a su querida Santa Isabel de Las Lajas.
Beny Moré es una de esas figuras cimeras que ha quedado en el imaginario de nuestro país. Su obra que sale de la más profunda raíz popular y ancestral, logra una síntesis de lo más auténtico de nosotros que la hace trascendente. El músico, musicólogo y ensayista Leonardo Acosta escribió “No es casual que en una obra tan deslumbrante como “Fresa y chocolate”, Beny Moré comparta honores con Lezama Lima a la hora de hacer una especie de constelación de mitos o summa de nuestra cultura”. Beny el artista, el hombre, ha servido como fuente de inspiración a escritores y poetas, anulando la distancia entre lo popular y lo culto, característica invaluable de nuestra cultura. Poetas de la estatura de Roberto Fernández Retamar y Fina García Marruz le han dedicado versos. al Beny. En su poema en prosa, “La pantera”, el propio Leonardo Acosta, que por cierto, tocó el saxofón con la Banda Gigante del Beny en aquellas giras de los años cincuenta, nos retrata a un hombre agobiado por sus responsabilidades, consciente de su valor artístico y su significación ante su pueblo, una carga a veces no muy fácil de llevar. . “Encandilado por los reflectores, entre el griterío y los aplausos, seguimos oyendo el coro infinito (Santa Isabel de las lajas, querida...) y nos sigue quemando el fuego en la voz irrepetible de la pantera, que con sus movimientos elásticos, desafiando los sombríos corredores del olvido, nos anuncia su presencia, y nos espera, en el Último Festival”. En su conocida novela “Bolero”, Lisandro Otero se inspira en la figura del Beny para conformar su personaje protagónico, el inefable Beto Galán: un cantante, un mito de la cultura popular. En su excelente cuento, “Beny, mi socio”, el narrador Manuel Granados nos ofrece la imagen de un hombre humilde y negro, también de Santa Isabel de Las Lajas y capaz de suscitar la magia. Se dispone a partir en el tren que llevará a su ídolo en su último viaje a la tierra de ambos. La admiración, la conciencia de pertenencia le hacen sentir orgullo y su autoestima se agiganta por la identificación con el gran artista que lo representa como negro y hombre humilde. En el teatro también aparece el Beny como uno de los protagonistas en la conocida obra “Delirio habanero” del dramaturgo Alberto Pedro y también se escucha su canto en “Voy por cigarros” de Gerardo Fulleda León. En estos momentos se acaba de estrenar con extraordinario éxito de público una película cubana inspirada en la figura de Beny Moré. El director es Jorge Luis Sánchez, y está basada en un guión del popular dramaturgo recientemente desaparecido Abraham Rodríguez. Al final de su poema “El sombrero y el bastón”, Jesús Cos Causse le canta al Beny: “Pero los rumberos, los soneros, los trovadores lo recuerdan. Y su voz entra y pasa con el viento como el arrullo de palma en la llanura.”
Una de las últimas imágenes de Beny aparece en una secuencia del documental “Saluts les cubains”, “Saludos, cubanos”, realizado por la directora francesa Agnes Varda en 1963. En una de las secuencias, la desaparecida directora del cine cubano Sara Gómez, juvenil y vestida de miliciana, baila con el también conocido editor Nelson Rodríguez . Beny canta y baila con su traje blanco, su bastón y su sombrero característicos. Su imagen surge entre lo real y el sueño. Son fotos fijas animadas, enlazadas por disolvencia ante nuestros ojos y esto refuerza la impresión de irrealidad. El Bárbaro canta, repite, “que sólo las cubanas acaricien tu cara”. Y como en un espejismo, su figura, se va haciendo inasible, desaparece poco a poco mientras una voz nos dice en francés, “Beny Moré à mort”. Hay que agradecer a Agnes Varda por ese amoroso documental sobre Cuba y sobre todo por esa despedida de alguien tan querido. Hasta siempre, Beny, decimos. Siempre con nosotros, Bárbaro.

No hay comentarios: