miércoles, 7 de julio de 2010

Otra fecha y otro acto para recordar en la historia de la lucha de los cubanos negros por sus derechos ciudadanos: 29 de junio de 1902


Tomás Fernández. Robaina
Investigador y profesor titular.
Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.

Semanas después del 20 de mayo de 1902, para ser más exacto, el 29 de junio, se celebró en la recién inaugura República, el primer acto público de los negros cubanos para protestar contra la discriminación racial y demandar las reivindicaciones sociales y económicas a las cuales tenían derecho por haber contribuido de manera ejemplar a la independencia.
Dicha reunión se efectuó en el teatro Albizu, la cual fue reseñada de forma amplia por el periódico La República Cubana1, dirigido por Juan Gualberto Gómez (1854-1933).

Ese hecho ahora reviste singular importancia en la historia del movimiento social de los afrodescendientes cubanos porque su análisis nos permite conocer y corroborar el estado de desigualdad social en que ellos se encontraban a pesar de haber ellos integrado mayoritariamente las files del ejército mambí.
Dicho análisis evidencia de manera inobjetable que muy poco o nada se había hecho durante la primera intervención estadounidense a favor de los negros, porque justamente al mes y unos días de nacida la República , algunas de las figuras patrióticas e intelectuales más prominentes de de aquella época exigían el cumplimiento de los derechos que les asistían de acuerdo con la Constitución vigente en ese momento. Por lo que, las fuerzas vivas de la comunidad afrocubana, que formaban parte del Comité de Veteranos y de Sociedades de Color, se movilizaron para demandar al joven gobierno republicano la atención debida y la aplicación inmediata de los derechos que les eran reconocidos constitucionalmente.

Ramiro Cuesta2 fue el primero en dirigirse al numeroso público congregado en el teatro esa noche. Expresó la conveniencia de esa reunión para rebatir abiertamente los criterios que se propalaban acerca del temor de que los cubanos negros trataban de sublevarse. Aseveró que era triste y doloroso que después de la larga lucha por la emancipación, ellos tuvieran que celebrar actos como en el que estaban para reclamar derechos. Y aconsejó con el amor de los unos y de otros, se debía evitar la discriminación racial para llegar al día en que se viera consumada la obra de igualdad de derechos para todos.
Lino D´ou3 fue muy directo y el portador de las quejas de los que veían como el Poder Ejecutivo negaba a unos sus derechos debido al color de la piel, mientras prodigaba escandalosamente a los que habían estado indiferentes o en contra del proceso independentista.
Silverio Sánchez Figueras4 aseveró la necesidad del esfuerzo de todos los blancos y negros cubanos para sacar al país del caos creado por la intervención yanqui y las malsanas posiciones de algunos paisanos. Llamó la atención y subrayó la conveniencia de evitar el peligro que significaba la Enmienda Platt , mediante la solución de los problemas internos, teniendo presente que:

Los negros no podrán hacer nada sin el concurso de los blancos, ni estos podrán nacer gran cosa sin el esfuerzo de los negros. Unámonos todos estrechamente, sin recelos infundados, ni dobleces para salvar nuestra nacionalidad y nuestra existencia del peligro que la amenaza

Generoso Campos Marquetti, importante figura mambí afirmó que la lucha que enarbolaban en aquel momento los cubanos negros perseguí el poder disfrutar plenamente del derecho conculcado, y que, por lo tanto, los negros no buscaban una lucha de razas, como propagaban los interesados de marginarlos de sus derechos. Recalcó que todas las gestiones efectuadas habían sido inútiles, ya que:

…fuimos al Presidente a pedirle que practique el artículo once de la constitución, y se nos dice que somos inconvenientes; pedimos que se implante la República sobre la base de la democracia que se asentara la }revolución, y se nos responde que somos racistas; pedimos entrada en los empleos públicos y el señor jefe de la Policía denuncia por perjuro a algunos que no han cometido tal delito.

Juan Gualberto Gómez (1854-1933) 6 concluyó la reunión con el discurso más extenso y más interrumpido de todos por los aplausos, según la prensa que lo reseñó. Abundó en ejemplos de las causas de algunas medidas discriminatorias que no tuvieron un fuerte rechazo por parte de los cubanos por temor a que se prolongara la ocupación yanqui. Enfatizó, como una muestra de lo que la decía, en la organización de la policía de la capital, integrada solo con blancos de acuerdo con la voluntad del General Ludlow, quién, de acuerdo con las palabras de Gómez, había expresado que la medida no había sido:

…por los cubanos sino por americanos… y para que la gente de color no crea que por el sistema se le excluye, se le puede dar entrada en la policía de los campos y las ciudades en que no tengan contactos con los soldados norteamericanos

Juan Gualberto Gómez puntualizó que muchos de los que habían estado de acuerdo con la política de no dar elementos a los yanquis para que pudieran prologar la ocupación, ponían ahora el grito en el cielo, argumentando que los que pretendían aplicar los principios del Partido Revolucionario Cubano, por lo tanto, los principios martianos, provocaban la permanencia indefinida de la tropas yanquis. Señaló que no podía verse peligro en la petición de la raza de color, de que se cumplimentaran los compromisos de la Revolución , y el que se le diera cumplimiento al artículo once de la Constitución. Finalizó con un llamado a los Representantes, Senadores, lideres de los partidos y figuras del gobierno para que se prestaran atención a las demandas y problemas planteados en la reunión, para que el Comité de Veteranos y Sociedades de la Raza de Color se disolviera al ser innecesario completamente:

Porque lo que tenía la misión de defender, se hubiera encargado de defenderlo todos los elementos.

Todo lo anterior nos índica claramente que la problemática racial, vigente durante el período colonial, enriquecida racistamente durante la intervención estadounidense, se hizo más compleja aún a partir de la naciente república en donde se facilitó más la llegada de los europeos, españoles, principalmente, como una forma de blanquear al país, pero debido a la necesidad de mano de obra barata, se autorizó la llegada de trabajadores provenientes de las antillas francesas, inglesas y holandesas para laborar en las zafras azucareras, a pesar de la oposición y propaganda en contra de ellos de diversos intelectuales y sectores de nuestra sociedad, que los veían como elementos nocivos para nuestra cultura y que ocasionaban el desempleo entre los cortadores de caña cubanos.
Puede considerarse el acto que reseñamos como el ejemplo más elocuente de la situación social y económica de un sector de la población afrodescendiente de entonces, la cual en mayor o en menor grado, transitó por períodos difíciles, algunos trágicos como los sufridos por los miembros del Partido Independiente de Color de mayo a agosto de 1912. No debe pasarse por alto, que lo acaecido en nuestro país en aquel momento y en los posteriores, ha ocurrido también en todas las naciones negriblancas de nuestro continente, con las particularidades histórica, sociales, culturales y políticas de cada una de nuestras sociedades
Por todo lo expresado me parece de suma importancia no olvidar la trascendencia de ese acto, por lo que se dijo allí, por lo que obtuvieron individualmente algunos de ellos, y por lo que no obtuvo la mayoría de la población afrodescendiente, causa por la cual el movimiento social por sus derechos sociales y político, se mantuvo vivo durante toda la república. Y sobre todo, para que podamos comparar y valorar en lo que hemos avanzado, y en los que nos falta aún.
Bibliografía citada:
1 La Republica Cubana , julio 5, 9. 15 y 16. 1902.
2Ramiro cuesta. “Discurso“ La República Cubana 5 julio 1902: 2
3Lino D´ou. “Discurso” La República Cubana 5 julio 1902:2
4Silverio Sánchez Figueras. “Discurso” La República Cubana 5 julio 1902: 2
5Generoso Campos Marquetti. “Discurso” La República Cubana 9 julio 1902: 2
Juan Gualberto Gómez. “Discurso” La República Cubana julio 15 y 16, 1902:2
Bienvenido a mi Blog de Literatura Afrocubana. Muchas gracias, Inés María Martiatu Terry.

domingo, 6 de junio de 2010

Inés María Martiatu, sobre afrolatinas y afrocubanas

Inés María Martiatu, ensayista, crítica cultural y narradora.

La mujer afrolatinoamericana siempre se rebeló contra la esclavitud fue cimarrona y participó en las luchas independentistas, no se quedó en un papel de víctima, lo que pasa es que la historia la escribieron otros y ahora es que se va conociendo poco a poco. Hoy día la mujer negra en la región ha ganado en organización. Concentra su lucha en la inserción en la sociedad, en lograr su independencia económica. Yo estuve en Colombia. Es importante el trabajo en las comunidades. Hay lugares donde han creado sus cooperativas, restaurantes, talleres de artesanía y otras actividades. Trabajan para ellas mismas. También han obtenido logros en lo que llaman etnoeducación, que sus hijos aprendan en la escuela la historia de África y la de sus antepasados en ese país.
Se han dado cuenta de que tienen que ocupar espacios de todo tipo, sociales, culturales, políticos y económicos. Hay varias senadoras negras. La ministra de cultura es negra. La nombraron con 29 años. Lo que vi en Colombia me impresionó mucho, aunque ellas todavía piensan que es queda un largo camino por recorrer. También hay más conciencia de varones que las apoyan. La mujer afrodescendiente ha tenido que luchar más que las blancas en contra del machismo. En Cuba y en toda Afroamérica llega sola, como esclava y tiene que resistir, luchar por sí misma. Se ha difundido demasiado entre nosotros lo que yo llamo "el síndrome Cecilia", la mulata que quiere pasar por blanca y encontrar al príncipe azul. Esto tiene connotaciones no sólo raciales sino patriarcales. Oculta la explotación, en esa misma época había miles de mujeres negras y mulatas esclavas cortando caña. Oculta también el desempeño de otras libres o esclavas que se abrían paso por sí solas trabajando en las ciudades.
En este momento se debate mucho el tema racial en Cuba. Pero en él no abunda el enfoque de género. La mujer afrodescendiente aprovechó las oportunidades que ofreció la Revolución, están en el sector de la educación, la salud, la ciencia, la cultura... Pero por otra parte, se ha popularizado otra imagen de ella. Con la apertura del turismo por ejemplo, en carteles al efecto, aparece la mulata como un atractivo más junto a las playas o el ron, incluso hay un Ron Mulata. Se está vendiendo la imagen de la mujer afrodescendiente como objeto sexual. Por otra parte en la televisión es notable su poca presencia tanto en la programación dramática como en los spots educativos y otros.
¿Diría que la mujer sigue siendo discriminada?
Se sabe por cifras que se han divulgado, que en sectores como las corporaciones de capital extranjero o el del turismo, están poco representados los negros y mulatos en general. La mujer no es una excepción. A la mujer negra la presentan muchas veces como objeto sexual o para la comercialización de la Santería. Hay excepciones, claro. En Cuba, las mujeres negras no estamos organizadas. Algunas intelectuales negras se ocupan poco de estos temas. Y hay que luchar contra esos arquetipos que se han creado y vienen desde el siglo XIX de las guarachas, del teatro bufo, con la imagen de la mulata chancletera, pendenciera y promiscua. Y más recientemente, la jinetera, es decir, la prostituta. De modo que lo primero es que la mujer negra tenga conciencia de todo eso... en la educación no se abordan estos problemas... La mujer negra no está dentro del patrón de belleza aceptable. Muchas quieren estirarse el pelo, teñirse de rubias. Se educa para ser blanco y blanca.
¿La discriminación se manifiesta en Cuba igual que en otros países?
— Acá es más sutil, no siempre se reconoce que existe. Se mantuvo por muchos años un discurso oficial que decía que no existían el racismo ni la discriminación racial. Ahora se admite, las mujeres negras hemos perdido tiempo. La realidad es que existen prejuicios, racismo y discriminación y estas son categorías de las ciencias sociales. Se manifiestan incluso dentro de la familia, sea negra o blanca.
— Hay que ver si las mujeres negras y mulatas que están en cargos públicos en Cuba tienen conciencia de que son negras. En ese caso la mujer negra o blanca se desenvuelve en un marco de
tradiciones eminentemente patriarcales. No es problema de cantidad, aunque es importante la representatividad. Pero si no tienen realmente conciencia de género y de su negritud y el valor de manifestarse como tales, no hemos ganado nada. Es curioso que la mayoría de los hombres negros que han logrado un nivel profesional, intelectual o político con cargos importantes están casados con mujeres blancas. Son excepcionales los negros que han promovido históricamente las ideas de la negritud enCuba que no están casados con blancas: "La negra es mi hermana, pero no mi mujer". Es normal y aceptable la relación interracial pero cuando tiene esas connotaciones talmente parece que consideran a la blanca como un "premio" cuando han alcanzado determinadas metas.
¿Dirías que en el momento hay un viraje en esa situación?
— Sí, creo que se va avanzando y tengo mucha confianza en las nuevas generaciones. El racismo no se resuelve con socialismo o capitalismo, es algo más complejo y profundo. Algunas estudiosas y estudiosos han venido trabajando sobre estas cuestiones, han logrado colocarlas en el debate a contracorriente de opiniones partidarias de aplazar la discusión y el análisis del tema. El movimiento Hip Hop ha abierto un espacio de confrontación con las problemáticas que atañen a la juventud y a la población negra y mulata en particular. La mujer en esa manifestación eminentemente masculina ha articulado un discurso que se expresa contra la discriminación racial y la opresión patriarcal. Queda mucho camino por recorrer. Aunque la solución está en la educación y un fuerte trabajo cultural, ésta sobrevendría a larguísimo plazo. Los sectores hegemónicos que disfrutan históricamente de las ventajas de esta situación de desigualdad no las abandonarán sólo por conciencia. Habría que acudir a medidas jurídicas. Si no tenemos en cuenta que el racismo está vinculado al ejercicio del poder, éste seguirá reproduciéndose como consecuencia de su evidente funcionalidad que ofrece ventajas económicas, sociales y culturales para el grupo hegemónico.

Patricia Grogg
Corresponsal Jefa
IPS - Inter Press Service
Corresponsalía Cuba

Calle 28 No.108 Apto 2 entre 1 y 3
Miramar, Ciudad de La Habana, Cuba
Tel: (537) 206-6813 ext 105
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Mujeres, raza e identidad caribeña - Conversación con Inés María Martiatu

Sandra Álvarez Ramírez

Inés María Martiatu ha contribuido considerablemente a hacer visible y estimular la difusión de los temas de la cultura afrocubana. Ella ha realizado importantes aportes a la antropología teatral caribeña. Sin embargo, su interés abarca desde la poesía de una escritora como Nancy Morejón, al cine eminentemente crítico de Sara Gómez, sin olvidar los temas de la narrativa, la canción popular o la importancia de la mujer cubana en el mundo de la cultura hip hop. Sus trabajos han aparecido en publicaciones cubanas y extranjeras. Además, ha publicado libros de ensayo, antologías de teatro, crónicas y cuentos. Entre otros, Algo bueno e interesante (1993), El rito como representación (2000), Una pasión compartida, María Antonia (2004), Cuba. Costumbres y tradiciones (2006) y Bufo y Nación. Interpelaciones desde el presente. (2008). Además, compiló, Teatro Escogido de Eugenio Hernández (2006, Premio de la Crítica ese año). En la mayoría de ellos da preeminencia siempre a los temas que atañen a la mujer negra.
Con la aparición de Over the Waves and other Stories /Sobre las olas y otros cuentos (Swan Isle Press de la Universidad de Chicago), Inés María se nos presenta una vez más en su faceta de narradora. Un premio ganado en 1990 hizo aparecer algunos de sus cuentos en varias revistas especializadas y luego, en 1993, en una plaquette. Desde entonces ha seguido publicando sus narraciones en revistas en Cuba y en el extranjero. Over the Waves and Other Stories /Sobre las olas y otros cuentos es toda una revelación para quienes se interesan en la literatura afrocubana escrita por mujeres. Un libro conmovedor en el cual el racismo, la marginalidad, la santería, el espiritismo y la angustiosa existencia de la mujer negra se nos muestran con toda su magia, pasión y desgarramiento. Todo ello expresado con la intensidad y el talento de la escritora. De la aparición de este libro y su experiencia como narradora nos habla Inés María en esta entrevista.

Históricamente las mujeres han sido relegadas al espacio de la poesía. En el caso de la mujer negra, sujeto en alteridad por su condición racial y que por tanto no cumple con ciertos mitos de la feminidad diseñada desde la blancura, ¿podría entonces hablarse de un posicionamiento desde la narrativa interpretable a partir de esta condición que las signa?
Creo entender por tu pregunta que encuentras una diferencia entre el desempeño de las escritoras negras en el campo de la poesía y en el de la narrativa. En el caso de Cuba, la creación literaria femenina cobró auge en el siglo XIX, sobre todo en el campo de la poesía. Ésta reflejaba un mundo de espacios privados donde se realzaban los roles familiares: la madre, la esposa y la hija. Estas poetas se agruparon principalmente alrededor de revistas literarias o de temas generales dirigidas al público femenino. Las familias blancas de clase media y alta veían las artes y las letras como atributos para resaltar la feminidad. No obstante, siempre hubo algunas excepciones, Este fue el caso de la más famosa escritora cubana, Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien se atrevió a pronunciarse a favor de la emancipación de la mujer.
En esa misma etapa, un grupo de poetas negras y mestizas fueron capaces de articular un discurso completamente diferente al de las mujeres blancas. Abordaron en sus textos temas tales como la reivindicación de su identidad y de su africanía, la experiencia de la esclavitud, el orgullo racial y la exhortación a la superación cultural. Un ejemplo lo tenemos en las poesías y escritos de Úrsula Coimbra: “Me siento orgullosa de pertenecer a una raza que por sí sola y a costa de sacrificios, procura elevarse a la altura de las demás y lucha, trabaja y estudia para vencer…”. Otras voces poéticas de mujeres negras de esa época son las de África Céspedes, Cristina Ayala y Catalina Medina.
Por supuesto que la mujer, desde el discurso de la blancura, era descrita e imaginada como objeto y jamás sujeto. Ella era el adorno ideal del hogar. Se le atribuían ciertas cualidades que los patrones sociales dominantes consideraban como la esencia de lo femenino: pasividad, delicadeza, debilidad, proclividad al llanto y en algunos casos hasta al desmayo. A ello evidentemente se opone la figura de la mujer negra de la diáspora. Ella fue protagonista de una dramática historia de horror. Esclavizada, llevando una vida de trabajos forzados en las plantaciones o como esclava doméstica, fue explotada brutalmente. Luego, por supuesto, ha tenido que trabajar siempre para mantenerse ella y a sus hijos.
En cuanto a lo racial, la belleza de la mujer negra ha sido desacreditada. A la caracterización de la blanca y sus rasgos fisonómicos: cuerpo esbelto o de diosa, cutis de rosa, ojos claros, boca de grana, labios finos, pelo sedoso, manitas blancas, se opone el pelo “malo”, rostro oscuro, nariz “ñata”, la “bemba” y otros que ya conocemos. Con ello un cuadro completo de las oposiciones binarias propias del racismo...
En el llamado negrismo o afronegrismo, la mujer negra ha sido injuriada en poemas como “La rumba”, del cubano José Zacarías Tallet, y “La cumbia”, del colombiano Jorge Artel, entre otros. En ellos se destacan las partes sexuadas y se describe su danza como salvaje, casi animal. Es curioso cómo estos poetas, algunos de ellos negros y mulatos, utilizan un discurso diferente resaltando la espiritualidad y otras cualidades humanas cuando escriben sobre la mujer blanca.
En la poesía cubana contemporánea tenemos varios ejemplos de poetas notables que han impugnado esos arquetipos con eficacia. Nancy Morejón, introduciendo el sujeto mujer negra como un ser históricamente determinado, protagonista del devenir de la Isla y capaz de expresar la cotidianidad, la intimidad, incluso la religiosidad de origen africano sin estridencias ni pintoresquismos, es un ejemplo digno de tener en cuenta. Lo mismo podemos decir de la poesía de Excilia Saldaña, que se identifica con la condición de la mujer mestiza y objeta la situación subalterna de la esposa en la pareja. En la producción más reciente de Georgina Herrera aparecen los temas de la identidad, de África como memoria ancestral y se destaca la rebeldía de la mujer cimarrona y de heroínas como Fermina Lucumí o Mariana Grajales. Son solamente tres ejemplos recientes que se alejan del pintoresquismo y las injurias en que cayeron algunos poetas afronegristas.
En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, sí puedo decirte que en la obra de algunas narradoras afrocubanas actuales éstas abordan diferentes aspectos de su singularidad como mujeres y negras. Resultan una particularidad digna de estudio dentro del entorno ideotemático en que se mueve nuestra producción literaria, donde la mujer negra, su historia y sus conflictos están ausentes de las obras de casi todas las narradoras conocidas y de la crítica feminista. El critico y ensayista Alberto Abreu se pregunta “¿Qué marcas y procedimientos escriturales, más allá de las referencias al mito y al etnotexto, nos permiten aseverar que estamos ante la presencia de una escritura y una cosmovisión del mundo que emana de un sujeto negro?” Como respuesta a esta interrogante es un ejemplo a destacar el de la propia Excilia Saldaña. En su libro Kele Kele, ella realiza una recreación del universo mitológico propio de la cultura yorubá, sin limitarse a lo anecdótico del patakín como tal. En algunos de lo cuentos que integran ese volumen, Saldaña relee el mito desde una perspectiva de género tanto en cuanto a lo argumental como en la representación estética y espiritual del sujeto mujer negra. Ella realiza esta resignificación partiendo de su propia visión, de nuevas experiencias y saberes y de su maestría como narradora.
Por otro lado, Teresa Cárdenas, en su libro Cartas al cielo, nos muestra los conflictos de una niña negra contemporánea signados por la orfandad y la discriminación que sufre por su piel oscura. Más recientemente, en Perro viejo, Premio Casa las Américas, ella aborda el tema quizá más sensible de la esclavitud. Más allá de lo físico, profundiza en las marcas y carencias emotivas y humanas que esta terrible institución dejaba en la autoestima y la afectividad del esclavizado.
A propósito de la publicación de Sobre las olas por una editorial foránea, a lo cual sumamos el hecho de que en la reciente antología Cincuenta años del cuento femenino en Cuba, publicada en saludo a los cincuenta años de la Revolución Cubana, sólo se incluyen a Lourdes Casal, Josefina Toledo y Marta Rojas, y se excluyen a otras figuras como Excilia Saldaña y Teresa Cárdenas, por ejemplo; ¿qué opinión te merece la poca divulgación en Cuba de la obra de las narradoras cubanas negras?
Hay que tener en cuenta que cierta parte de la crítica en general, y la que se autodefine feminista en particular, se encargan de hacer visible a un grupo de escritoras. Las legitiman en el ámbito, al menos, nacional. Para ello se sirven de la participación en jurados de concursos, revistas, antologías, publicaciones de libros y eventos. Esto nos lleva a reflexiones nada ingenuas en cuanto a la forma en que se ayuda a construir un canon. No hay casualidad. De esa misma manera excluyen a las que no les interesan. Son bien conocidos los reclamos de estas escritoras a propósito de su exclusión en las antologías compiladas por escritores con una visión androcéntrica de la literatura y sus temas. Sin embargo, algunas hacen lo mismo con las narradoras cubanas negras. Pero realmente no siempre somos excluidas. En el caso de Excilia Saldaña, se trata de una escritora con una amplia obra publicada en Cuba y en el extranjero e importantes trabajos críticos que la avalan como una excelente poeta y narradora desaparecida prematuramente, como sabemos. Teresa Cárdenas, de más reciente promoción, ya tiene una carrera literaria merecedora de atención. Ha recibido premios como el David de cuentos, La Edad de Oro y el reconocido Premio Casa de las Américas. En cuanto a la antología a que te refieres, es cierto que su título es grandilocuente y sus propósitos pretenden ser muy abarcadores. Pero es sabido que toda selección puede resultar polémica y que responde al juicio particular de quien la compila. En el caso de estas dos excelentes y reconocidas creadoras, su exclusión no creo que vaya en menoscabo del prestigio de ellas.
Yo tuve una experiencia personal en ese sentido. Todavía no me había decidido a dar a conocer mi narrativa. Lo hice en un momento que coincidió casualmente con el comienzo de una especie de despegue de la narrativa escrita por mujeres a partir de los años 90. Una de las primeras acciones fue la convocatoria del concurso de cuentos de tema femenino organizado por el Colegio de México y Casa de las Américas en 1990. Ese concurso fue ganado por mí y según el jurado, como fue anónimo, fui la única finalista con cuatro cuentos. A pesar de ello no me invitaron a la premiación, ni jamás los organizadores publicaron el cuento premiado. Sin embargo, mi trabajo llamó la atención de otra parte de la crítica y publicaciones. El cuento premiado es “Algo bueno e interesante” y da título a una plaquette que apareció en 1993 por la Editorial Letras Cubanas. La revista Revolución y Cultura publicó uno de los cuentos finalistas. La escritora y periodista Magaly Sánchez Ochoa me hizo una entrevista para el semanario Cartelera y apareció otra en Granma Internacional, ambas a los pocos días de conocerse el premio. Años después, la narradora y profesora Sonia Rivera-Valdés propició mi participación en el Congreso de Mujeres Escritoras Caribeñas de Habla Hispana en Hunter College en la City University of New York. Pero ninguno de esos gestos partió de las organizadoras del concurso por la parte cubana, quienes se desentendieron de la publicación o difusión del texto premiado.
Tengo la sensación de que este libro se sitúa en nuestra condición caribeña y que dialoga con otros lugares de este mismo Caribe, teniendo en cuenta que eres una mujer habanera. ¿Podría ser esto entendido como un aporte particular a la literatura escrita desde una ciudad que pretendió ser americana antes de caribeña?
Es cierto que La Habana tuvo y tiene una gran influencia “americana”. Pero como ciudad cosmopolita e históricamente receptora de grandes oleadas de inmigrantes españoles, chinos, árabes, hebreos, es también multiétnica y multicultural como lo es el Caribe en general. En algunos de estos cuentos, sobre todo “Follow me!” cuyo personaje central es una mujer jamaicana, por supuesto dialogo, como dices, con otros lugares de este mismo Caribe. Como sabes, una importante migración de todas las islas y hasta de las costas caribeñas de América Central y del Sur se integró a la población habanera y del resto del país. Se han forjado lazos íntimos de hermandad y de consanguinidad, como es el caso de ése y otros personajes que incluso formaron parte de mi propia familia y son entrañables para mí.
La Habana no es una sola. Soy habanera, sí, y creo que, en lo cultural, La Habana siempre ha mantenido sus raíces caribeñas, es decir, preponderantemente negras. En sus barrios populares, que son mayoría, se practican religiones y tradiciones de origen africano muy vivas. La Santería, el Palomonte, la Sociedad Secreta Abakuá, la rumba, las comparsas tradicionales que caracterizan a cada barrio. Más recientemente han aparecido la cultura hip hop y las diferentes “tribus urbanas” que van constituyendo lo que el ensayista Alberto Abreu llama los “paisajes emergentes” y que van acentuando cada día la diversidad de la ciudad. A los santeros, repas, rockeros, frikys y rastafaris se han agregado los raperos, emos, vampiros, hombres lobos, etc. Estos últimos grupos trascienden lo tradicional y lo nacional. Estas manifestaciones, por supuesto, no están legitimadas por la llamada “ciudad letrada” y por los sectores hegemónicos que son una minoría y han difundido la imagen de una Habana fundamentalmente “americana” cuando en realidad es muy diversa, como lo es en definitiva el Caribe. El hecho de revelar esa Habana caribeña en mis cuentos creo que es un aporte consciente a la literatura escrita desde esta ciudad. Una forma de hacer resaltar la identidad caribeña de La Habana, de la nación y específicamente de sus habitantes.
En estos cuentos aparecen como protagonistas algunas mujeres negras. ¿Qué tienen en común? ¿Cuáles son las marcas que las caracterizan?
Por supuesto que algunas de estas mujeres no son frecuentes en nuestra narrativa y tampoco en nuestro imaginario. Recordemos las mulatas trágicas de la novela antiesclavista y de la zarzuela, las chancleteras de la guaracha y el bufo y aún de espectáculos humorísticos contemporáneos. En la obra de las escritoras siempre aparecen lo autobiográfico, la memoria, la experiencia personal o adquirida de otros. Estas mujeres pertenecen a mi entorno y he tratado de ser consecuente con ellas. En primer lugar, no es frecuente que aparezcan mujeres negras como protagonistas más allá de lo que tradicionalmente se acepta. En estos cuentos está la mujer de pueblo, como se dice, pero también aparece la representación de la mujer negra como escritora, pintora, madre de familia de clase media, algo que no es usual en nuestra narrativa (por no decir que están ausentes de allí). Ellas tienen sus problemáticas que pasan por su formación, por su profesión, por la instrucción adquirida y no solamente por la raza. Aquí se trascienden los arquetipos ya establecidos. Hay un rasgo que las caracteriza: nunca son víctimas. Son mujeres que luchan, que han sido heridas, han perdido combates pero no la guerra, no se rinden. Lola, la jamaicana de “Follow me!”, ha sido despojada de su hija, pero es capaz de seguir persiguiendo su sueño de ser artista, una mujer independiente. Josefa, la madre de clase media protagonista de “La duda”, en un momento de crisis se rebela y busca los valores de su africanía que había dejado atrás en su afán por ascender socialmente. La pintora de Una y otra vez en medio de un conflicto amoroso y el misterio, aparentemente se rinde al rito misógino, pero no sin antes negociar. Ella gana la inmortalidad y al fin lo sabe y lo acepta. La escritora de “Algo bueno e interesante” tampoco es una perdedora. Es una mujer inteligente y no idealiza su situación. Tiene el valor de utilizar su mejor arma, la creatividad, la ficción para desmontar las contradicciones de esa relación amorosa y destacar las diferencias culturales entre ella y su amante, los rasgos que definen y particularizan esta relación heterosexual e interracial. Uno de los miembros del jurado de aquel concurso de 1990 me dijo algo que no olvidaré “Usted es la única que ha entendido que “de tema femenino”, no quería decir mujeres abandonadas.” Tenía mucha razón. Ni víctimas, ni mujeres abandonadas, mucho menos perdedoras.
En el imaginario cultural los temas negros muchas veces se basan en las mitologías de origen africano. En esos casos el llamado etnotexto se utiliza para caracterizar lo negro. “Sobre las olas”, el cuento que da título a su libro, se desarrolla en una ceremonia sincrética, un violín espiritual, y en “Una y otra vez” hay una clara referencia al mito que da origen a la Sociedad Secreta Abakuá. ¿Cree usted que estos relatos son folclorizantes? ¿Cual fue su estrategia al escribirlos?
Veo los elementos de nuestra herencia africana como algo inherente a nuestra cultura, no los veo como folclor, pues están vigentes. El hecho de que estén evolucionando de acuerdo con la vida es una prueba de ello. “Sobre las olas” se desarrolla en una ceremonia. No me interesa lo pintoresco ni fabular con los relatos de orishas o seres sobrenaturales. Me interesan las mujeres y hombres que participan, que buscan respuesta y solución para sus necesidades existenciales y filosóficas, a través de la unión con lo sobrenatural.
Esos violines espirituales han llegado a formar parte de la vida urbana, se desarrollan en espacios marginados de una ciudad contemporánea como La Habana. Pudiéramos llamarla una ceremonia “super sincrética”, como diría Benítez Rojo. En ella se expresa la interesante hibridación en el plano religioso, en el formato instrumental que se utiliza, en los géneros musicales que se interpretan y hasta en el estilo de los músicos que pueden parecer fusiones insólitas. En este relato no hay un protagonista. Participan diversos personajes vivos y muertos, propensos a la transfiguración, al trance, en un performance coral. Lo mismo pasa con el tiempo y los acontecimientos en que todos se ven envueltos y que ocurren simultáneamente, así como la irrupción de lo sobrenatural y la representación de la tragedia de los balseros, del pánico “de los que quieren escapar por el mar”.
En “Una y otra vez” la protagonista es una artista, una mujer que está viviendo una crisis amorosa, ha sido traicionada. Al mismo tiempo, por su sensibilidad tiene determinados nexos con el misterio relacionado con su obra. Es capaz de desplazarse al mundo de lo mitológico que está interconectado con la realidad que ella vive y que de cierta manera se corresponden. El mito es releído también desde una perspectiva de género no como una fatalidad sino como una traición. Siempre he creído que la condición inmortal de los orishas es un privilegio y un misterio. La devoción de los humanos es la que los hace capaces de revivir cada vez que se les invoque aquí en la tierra. El relato tiene un final inesperado cuando ella logra trascender su condición de víctima.
Como hemos visto dedicas mucho tiempo a la investigación cultural. ¿Qué diferencia hay entre la Inés María Martiatu ensayista y promotora y la narradora?
No creo que haya diferencias. Soy la misma siempre. He sido siempre muy curiosa y analítica y al mismo tiempo me sensibilizo con lo íntimo y el misterio. Es un rasgo de mi personalidad que lo he llevado a mi vida profesional. Tengo una formación musical por un lado e histórica por otro. Cuando era muy joven le pregunté a mi maestro Manuel Moreno Fraginals qué camino seguir. Me dijo, “Sigue los dos”. Con los años me he dado cuenta de que son dos manifestaciones que me son necesarias. La ensayística porque me permite contestarme ciertas preguntas y acercarme a los fenómenos que me inquietan con lo instrumentos de la teoría. La ficción porque doy rienda suelta a la memoria, a la sensibilidad y a la búsqueda del conocimiento desde lo particular y lo íntimo del ser humano, de mí misma. Creo que en ambas toco en definitiva los mismos asuntos pero desde perspectivas diferentes. De ninguna manera se excluyen, sino que se alimentan una a otra y se complementan.
¿Qué otros aspectos identitarios de Inés María Martiatu es posible encontrar en Sobre las olas?
No puedo decir que aquí está todo lo que soy porque pienso seguir escribiéndolo y expresándolo. Si una persona está agradecida de su origen y cree que está aquí para testimoniar todo eso, soy yo. No sería nadie en el orden vocacional o profesional sin la asunción de mi origen en lo histórico y en lo familiar. No tendría nada que escribir sin la experiencia que me legaron y sin la que he adquirido siempre guiada por esa brújula que es la educación, la percepción del mundo, muy particular y hasta del gusto, la manera de ser selectiva en lo artístico, de valorar lo culto y lo popular en igual medida, por ejemplo. Si soy narradora es por todo lo que mi familia me ha trasmitido. Si soy escritora es porque me prepararon para ello. Yo provengo de la clase media negra, una familia mestiza de profesionales. Un grupo humano siempre discriminado y centrado no en el avance económico, que sobre todo en tiempos de la República les fue negado. Hacían énfasis en ciertos valores como la superación cultural y el trabajo esforzado. Esa clase surge en plena Colonia y ha tenido una evolución a lo largo de la historia de Cuba. Me siento plenamente identificada con mi procedencia, que me lleva, por supuesto, a asumir mi africanía y a conservar una muy viva memoria de la esclavitud. Son muchas las contradicciones que han marcado la difícil inserción y el ascenso de estos hombres y mujeres en la sociedad cubana, primero esclavista y luego republicana, pero siempre clasista y racista. Creo que los temas y personajes referidos a esta problemática aparecen muy poco en nuestra narrativa.
Por supuesto hay mucho de mí en estos cuentos. En “El re es verde” y en “Una leve y eléctrica sensación” están momentos de la infancia de una niña en cuya educación lo culto y lo popular se imbrican, así como el aprendizaje de su identidad genérica. Las contradicciones culturales, religiosas, raciales, de género se expresan de manera diferente en algunos de estos cuentos. En “La duda” se dan en el orden de lo religioso, En “El Senador” en lo ético y lo político, y en “Una y otra vez” en el conflicto de una artista mujer negra contemporánea que elije la trascendencia a través de un mito tradicional y misógino. Creo que en todos los cuentos que integran el volumen estoy de alguna manera como protagonista o como observadora involucrada.
¿Qué influencias reconoce usted en este libro?
Siempre he sido una lectora muy ávida. De niña y siendo muy joven leía muy ordenadamente. Ya no, siento que me falta el tiempo para eso. Así que leo lo que más me interesa o necesito para mi trabajo. Pero no todas las influencias me vienen de la literatura. Están la oralidad, la memoria, lo autobiográfico, la historia. En cuanto a esta última, he repasado la herencia de las mujeres negras en épocas de esclavitud, rebeldías y levantamientos en Cuba y en el Caribe, las del movimiento abolicionista de Estados Unidos. Sojourner Truth es fundamental, a pesar del tiempo su ideario está muy vigente. Las poetas y periodistas afrocubanas que comienzan a expresarse en el siglo XIX, QUE constituyen lo que llamo antecedentes del feminismo negro en Cuba, son una inspiración.
Teniendo en cuenta que los temas de la literatura afrocubana no pertenecen aún en su totalidad al mundo letrado, no es posible hacer una literatura de literatura todavía en este caso. Por otro lado, mi experiencia etnológica, mis estudios, lecturas e investigaciones nutren mi narrativa. Para lograr lo que me propongo con la escritura también me valgo de obras teóricas que me ayudan a resolver problemas de estructura y otros. De las influencias que me han encontrado los críticos algunas me han sorprendido y otras no, pero quizá deben estar.
Me siento identificada con ciertas lecturas de los últimos años de la narrativa escrita por mujeres. Una de las características de sus obras es la manera en que por medio de la literatura elevan al personaje mujer negra de su subalternidad. Ellas han logrado construir un canon literario que ha dado sus frutos y se han impuesto en la academia y fuera de ella. Me han enseñado a ver a mi alrededor y ser yo misma ante todo sin reparar si tal o cual tema o personaje o tal o cual estilo han sido legitimados o no por el canon establecido. A buscar y encontrar las formas que necesito para expresarme.
Cada una me ha aportado algo. Las afronorteamericanas y caribeñas y las afrolatinas. Alice Walker con El color púrpura, por su incursión en los entresijos de la familia vista desde una visión femenina y emancipadora; Maya Angelou, con sus Memorias, su poesía y su activismo a favor de la lucha contra la discriminación y toda clase de opresión; Toni Morrison, con Sula, La canción de Salomón o Beloved. En sus novelas está la historia de la mujer negra vista de una manera intimista que es única en esta narradora. La espiritualidad, las pasiones desenfrenadas y la percepción de lo sobrenatural aparecen en ellas. Morrison tiene una extensa obra publicada y un bien merecido Premio Nobel. Una escritora caribeña de habla inglesa muy interesantes para mí es Jamaica Kincaid, con su reveladora novela Autobiografía de mi madre. En ella desmonta con valentía prejuicios arraigados y se atreve a liberar el cuerpo y la sexualidad de la mujer negra aceptando los aspectos de su naturaleza que han sido más reprimidos por la educación. Por otro lado, resignifica y relee el concepto de nación a través del rechazo y deconstrucción de ciertos referentes simbólicos de lo nacional impuestos por el discurso hegemónico colonial. Entre las caribeñas del área de influencia francesa ha sido revelador para mí el discurso de la haitiana Edwiges Dantikat. Ella escribe en inglés pero sus relatos están basados en la oralidad, el poder de la palabra en su tradición caribeña en obras como Krit Krat. Y por supuesto, Maryse Condé, de Guadalupe. Son extraordinarias sus novelas históricas de la serie Segou, situada en un reino africano a punto de colapsar ante el empuje del islam y el cristiansmo. En su obra más conocida, la magistral Moi Titooba, sorcière, noir de Salem, la escritora destaca al sujeto subalterno en la historia y la literatura del canon conocido y hegemónico. Ella convierte a Titooba en protagonista de un relato donde este personaje secundario de Las brujas de Salem nos ofrece una versión femenina y caribeña de esa historia real.
Entre las afrolatinas podríamos citar a la afroecuatoriana Argentina Chiriboga, que retrata a la población negra y mestiza de su país situando a la mujer afroecuatoriana en el centro de su novela Jonatás y Manuela. Entre las afroperuanas tenemos a Lucía Charun-Illescas, autora de Malambo, novela que describe la vida de los hombres y mujeres afrodescendientes en uno de los barrios tradicionales de Lima. La portorriqueña Mayra Santos-Febres en sus obras realiza una acción desacralizadora desde lo personal y lo familiar en una sociedad que no se ha querido asumir en su negritud. Entre las brasileras, destaco la prosa siempre incisiva e intensa de Conceiçao Evaristo en sus cuentos en que aparecen la explotación y la violencia a que está expuesta la mujer negra y marginaba en las grandes ciudades brasileras.
Todas ellas tienen en común la construcción de un contradiscurso emancipador con el que impugnan los arquetipos a los que la historia y el canon establecido las habían reducido. Toman la palabra para presentarnos su propia versión, “la otra cara de la moneda”.
Me gustaría que adelantaras en qué proyecto trabajas actualmente.
Estoy enfrascada en la terminación de una novela. Es una escritura que me apasiona pero que al mismo tiempo me ha dado mucho trabajo sobre todo porque de vez en cuando he tenido que interrumpirla por otros compromisos que siempre se presentan. Pero ahí voy. La protagonista es, por supuesto, una de esas mujeres que me fascinan.


La Habana, 27 de agosto 2009.

martes, 5 de enero de 2010

Más imágenes de Filmegráfica





Bienvenido a mi Blog de Literatura Afrocubana. Muchas gracias, Inés María Martiatu Terry.

Filmegráfica






Uno de los eventos más interesantes y originales efectuados durante el pasado Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, fue Filmegráfica, idea de la artista gráfica, y Promotora Cultural Paulina Márquez. En unión de Frency Fernández, curador, crítico y profesor fueron convocados algunos de los más relevantes artistas plásticos del país para que realizaran grabados inspiradas en filmes cubanos. Siguiendo la tradición de los artistas que revolucionaron el cartel como los franceses Jules Chéret, Toulouse-Lautrec, Edgar Degas, Paul Gauguin y Georges Seurat, cuyas obras han inspirado a otros artistas interesados en el trabajo de litografías y carteles. Todo ello en homenaje a los 50 años de la creación del ICAIC, Instituto del Arte e Industria Cinematográficas. Es un homenaje también a directores, actores y realizadores en general a través de la obra Gráfica. La muestra fue inaugurada el pasado 4 de diciembre en la céntrica galería De Arte 23 y 12 en pleno corazón de las actividades del festival.
Como bien refiere el ensayista y crítico cultural Roberto Zurbano, en las palabras escritas para la apertura de la exposición:
“Grabar un cartel de cine en Cuba constituye un reto, por la historia y la belleza de nuestros carteles. Estos proyectos colectivos son un verdadero lujo para la cultura nacional, pues nuestros mejores artistas se reconocen como parte de una tradición que dialoga, e interactúan en otros campos, a la vez que ofrecen un guiño a ese público que vio estas películas y aun llena las salas de cine. Gracias a Paulina Márquez […] y a todos los artistas, por volver anunciarnos esas películas de siempre y llevarnos a la tanda del recuerdo donde con sorpresa descubrimos que, de cierta manera nosotros también somos Cine del Ayer.”

Confira as fotos da exposição:
Paulina Márquez
Eduardo Marin
Julio C. Pena
Jorge Perugorría(Pichy)
Ronaldo Encarnación
Yamilis Brito

Bienvenido a mi Blog de Literatura Afrocubana. Muchas gracias, Inés María Martiatu Terry.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Poesía Anónima Africana



Poesía Anónima Africana.
Presentación de su cuarta edición en el Sábado del Libro.

En la mañana del sábado 12 de diciembre y en el tradicional espacio del Sábado del Libro en el Palacio del Segundo Cabo, tuvo lugar el lanzamiento de la cuarta edición de Poesía Anónima Africana. Este valioso libro en dos tomos publicado por la Editorial Arte y Literatura del Instituto Cubano del Libro, forma parte de una extraordinaria colección fruto de las investigaciones del Dr. Rogelio Martínez Furé. Poesía Yoruba(1963), Diwán Africano. Poetas de expresión francesa
(1988); Diwán. Poetas de lenguas africanas (1996) y Diwán Africano. Poetas de Expresión portuguesa (2000). Esta valiosa colección constituye la más completa sobre poesía africana publicada en lengua española.

Las palabras de apertura fueron pronunciadas por la Lic. Lourdes XXX directora de la editorial Arte y Literatura quien destacó la trayectoria de Martínez Furé y su aporte como asesor a esa casa editorial. Así como la de la ensayista y narradora Inés María Martiatu que fue invitada a presentar el libro.

Numerosas personalidades de la cultura, del cuerpo diplomático y público en general colmaron el patio del Palacio del Segundo Cabo e hicieron interminable la venta y firmas por el autor de tan importante libro.
Bienvenido a mi Blog de Literatura Afrocubana. Muchas gracias, Inés María Martiatu Terry.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La palabra sagrada del continente africano


Presentar la personalidad y la obra de Rogelio Martínez Furé es siempre un privilegio y un reto. Este hombre de cultura universal ha desempeñado un papel fundamental en el rescate y accionar de la cultura cubana a partir de los años 60. Investigador erudito, ha hecho visible no sólo la presencia de la cultura de la llamada “gente sin historia” sino el acervo africano que también nos es propio. Fundador del Conjunto Folklórico Nacional y animador de instituciones importantes tiene el don de cantar, componer música y hacer poesía. Sabemos además de su generosa contribución como asesor y promotor de muchos proyectos y realizaciones surgidos en el campo artístico-literario de nuestro país.

Más allá del esfuerzo extraordinario que supuso el rastrear en libros y publicaciones periódicas mucha de la poesía que aquí aparece, el entregarnos en 1968 la primera edición de Poesía Anónima Africana fue uno de los eventos relevantes que se produjeron en aquellos años 60 y 70 del pasado siglo XX. Importantes acontecimientos políticos y culturales se reflejaron en el campo de la poesía. A partir de los años 20 y 30 y particularmente en los 60 del siglo XX, voces y temas de una gran poesía negra se extendieron casi simultáneamente a través de lo que hoy llamamos el Atlántico Negro. Emergieron los temas de la horrible trata y la explotación del esclavo. Aparecieron algunos de los hitos más sobresalientes y reconocidos de la gran poesía universal del siglo.

Ya Rogelio Martínez Furé había dado a conocer su Antología de Poesía Yoruba para Ediciones El Puente , en que nos mostró que la Santería es más que una religión y que viene de una cultura clásica. Las raíces de esa poesía que animó los movimientos Afronegrista, de la Negritud y del Renacimiento de Harlem se pueden encontrar en esta fuente primigenia, la poesía del continente africano.

África había sido denigrada y negada. La horrible historia de la trata y posterior explotación esclavista en América debió ser justificada con una perversa leyenda de salvajismo e incultura. Su rica geografía reducida a una selva sin rasgos de una civilización forjada por el trabajo y el ingenio de sus mujeres y hombres Se les consideraba incapaces de la creación intelectual y artístico-literaria. Todo por” hacer”, por “descubrir”, por “civilizar”, por “colonizar”. Ya en América como escribió el sabio Don Fernando Ortiz:

Uno dominó al otro […] La religión del dominado se tuvo por ridícula y diabólica; su lenguaje era ‘un ruido, no una voz’; su arte, risible; su moral, abominable; su familia desvinculada; su costumbre sin derecho; su ideación, absurda; su trabajo, brutal; su economía, ineficaz...¡Todo fue negación y maldad! Se quiso al negro como ser deshumanizado”.(Ortiz,1936, p.439).

La poesía es considerada por todos como expresión máxima de la espiritualidad de los pueblos, de las civilizaciones a través de la historia. Y he aquí que en ese continente tan denigrado florece la poesía desde la antigüedad y acompaña todos los avatares de la vida de estas mujeres y hombres. De la vida, del amor, de la muerte, de las fuerzas ocultas, de la guerra, de la sabiduría de los antepasados, de los niños, de la filosofía y la manera de pensar el mundo, tratan estos poemas. En todos se aprecia la voluntad de mostrar, de recrear por medio de la palabra un universo que se nos va descubriendo rico y diverso.

Cuenta una leyenda bantú que la procreación se realiza con la unión del semen y la palabra, Muzima. No nos extrañe que la palabra, sagrada en las culturas africanas, sea ingrediente imprescindible para la creación y la vida. Por ello en todos estos pueblos la poesía funda y crea.

Rogelio Martínez Furé ha realizado un viaje de regreso a las raíces. Rescata y nos devuelve la palabra sagrada del continente. Lo más relevante de este viaje de ida y vuelta es que no termina aquí, sino que continúa con los diwanes en lenguas europeas y de autores africanos reconocidos.

Hoy la Editorial Arte y Literatura pone, una vez más, en manos del lector de lengua española y particularmente del cubano contemporáneo estas joyas del saber y la sensibilidad creadoras de los pueblos del continente africano. Con esta cuarta edición, contribuye grandemente en este momento a la lucha por la erradicación de los actitudes prejuiciosas, racistas y discriminatorias en que están empeñadas nuestras instituciones culturales. Respaldando con la valoración de su acervo a un pueblo con una importante población afrodescendiente y cuya cultura está permeada por la herencia africana, estamos contribuyendo a ello. Esta cultura viva también se ha nutrido de esta poesía que nos llega hoy y que será un arma de desalienación en manos de los jóvenes y de todos los que se acerquen a ella, Que sirva para conocernos mejor y para que nos queramos más porque según decía Fernando Ortiz, y vuelvo a citarlo:

Todo pueblo que se niega a sí mismo
está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano:
Chivo que rompe tambó con su pellejo paga.

Esta cuarta edición de Poesía Anónima Africana, como las anteriores en su momento, debe enfrentar los nuevos retos que le propone este comienzo del siglo XXI. Han emergido nuevos actores sociales en nuestra realidad y nuevas prácticas con relación a los modos de asumir la cultura. Los posicionamientos desde los que la nueva generación la piensa han cambiado. Un público cada vez más amplio y diverso se asoma a la buena literatura y la hace suya. Ojalá estos dos tomos de Poesía Anónima Africana sirvan para significativas relecturas a partir de las nuevas miradas de sus actuales lectores.

Inés María Martiatu Terry
Diciembre de 2009.

La celebración del reconocimiento de Inés Martiatu y Haydée Arteaga como Miembras Eméritas de la UNEAC
















Inés María Martiatu y Haydée Arteaga Miembras Eméritas de la UNEAC
















En un emotivo acto celebrado el pasado 9 de diciembre en la Sala Martínez Villena de la UNEAC, fueron reconocidas como Miembras Eméritas de esa institución Inés María Martiatu y Haydeé Arteaga.
La Martiatu, reconocida crítica e investigadora teatral, de la cultura afrocubana y narradora, es autora de trece libros, antologías, colecciones de ensayos, crónicas y cuentos, de los cuales la mayoría está dedicados al teatro. Entre sus últimas publicaciones se encuentran "Bufo y Nación. Interpelaciones desde el presente" y "Over The Waves and Other Stories/Sobre las olas y otros cuentos" por la editorial Press de Chicago.
Haydée Arteaga, narradora oral y Maestra de generaciones de artistas a sus 94 años mantiene activo su Proyecto "Haydée y los niños".
El acto fue presidido por Miguel Barnet, Presidente de la UNEAC, Carlos Padrón, Presidente de la Asociación de Artes Escénicas y otros ejecutivos de esa institución.
En la actividad artística actuaron alumnos de la Arteaga y el destacado pianista Huberal Herrera, que interpretó danzas de Ernesto Lecuona.
Entre los asistentes se encontraban numerosos intelectuales, artistas, amigos y público en general.

martes, 11 de agosto de 2009

Workuba en Cuba, 2010







Workuba en Cuba, 2010

Del 20 al 27 de febrero de 2010, se realizará 14º Workuba (Workshop Internacional de Danza Moderna y Afrolatino), en la Ciudad de La Habana, Cuba; con Dirección General de Marta Bercy, en coordinación con la Dirección de Artes Escénicas del Ministerio de Cultura de Cuba y vicedirección de Cintia Mignone.

Workuba está dirigido a bailarines, bailadores y amantes del baile en general,
ya que abarca diferentes Bailes de América, con raíces afro y Danza Moderna y/o Contemporánea, con clases de niveles principiante, intermedio y avanzado.

Se realizará una presentación de cierre en el Teatro América de la Ciudad de La Habana.

Staff de Maestros:Johannes Garcia (Director General y Artístico de la Compañía JJ. Maestro y Coreógrafo. Durante más de 20 años, fue Primer Bailarín del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba) Marta Bercy (Directora General y Artística de la Compañía TEDANCARI.
Maestra y Coreógrafa. Fue Bailarina del Conjunto Artístico Nacional.
Desde 1987, Maestra del Centro Prodanza del Ballet Nacional de Cuba)
Cintia Mignone (Bailarina Solista y Regisseur de Tedancari. Coreógrafa y Maestra. Argentina)Maisha Nacimento (Directora Artística, Maestra y Coreógrafa. Brasil)Jorge Alfaro (Director del Complejo Teatral América, La Habana, Cuba) Alejandro Piar (Actor, Guionista y Director. Premio Coral en el Festival de Cine de La Habana, 1985, Cuba)
Dirección General
Workuba
http://www.tedancari.com/ / http://www.guajira.com.ar/

Tel: (5411) 4583-0095

jueves, 2 de julio de 2009

GEORGINA HERRERA EN POESÍA MUSICALIZADA




El miércoles 17 de junio se celebró en la sala Caturla del teatro Amadeo Roldán una edición más de Poesía Musicalizada. Esta actividad es auspiciada por la Sociedad Cubana de Amigos del Libro que preside la Dra. María Dolores Ortiz. Con ello esta institución destaca los vínculos de estas dos manifestaciones unidas desde tiempos de la antigüedad.
En Poesía Musicalizada han sido homenajeados a algunos de los más relevantes cultores de la poesía en Cuba: Roberto Fernández Retamar, Miguel Barnet, Nancy Morejón, Carilda Oliver Labra, César López entre otros. A Georgina Herrera fue dedicada esa tarde. Ella es sin dudas una de las más importantes voces poéticas en nuestro país.
El bello poema “Ave o flor”, fue musicalizado por el maestro Guido López Gavilán. Lo interpretaron el tenor Mario Travieso, acompañado al piano por la Maestra Pura Ortiz.
Georgina Herrera habló sobre aspectos de su vida y de su rica trayectoria literaria, donde los temas de la identidad racial, cultural y de género tienen una presencia fundamental.
Fue una tarde muy emotiva junto a colegas, amigos y personalidades de la cultura. En fin, un público interesado que departió con la homenajeada sobre la impronta de la personalidad y la obra de esta mujer en el campo literario cubano. .
Inés María Martiatu.

Respuesta a Arturo Arango

Mi respuesta a Arturo Arango

1
«Nuestras vidas están involucradas indefectiblemente en las grandes sacudidas de la historia, aunque esta última pueda ser contada de diversas maneras [...]. Lo mismo ocurre con la lectura de la contemporaneidad, sujeta siempre al entrechocar de ideas y debates, a la emergencia polémica de lo nuevo, al enfrentamiento por los espacios de poder en el ámbito de la cultura y en el de la política real».[1] Agradezco a Graziella Pogolotti el poder recordarles este dato a los lectores de mi libro Los juegos de la Escritura o la (re)escritura de la Historia.[2] Así como una postura ética que, en la confrontación de ideas, parte del respeto a la pluralidad, a la diferencia de miradas. Las palabras de ella, publicadas bajo el título de «La insoportable gravedad de la historia», constituyen, al menos para mí, una lección memorable en este sentido.

2
En «Una mala escritura de la Historia»,[3] de Arturo Arango, el ejercicio del criterio se entrecruza inevitablemente con la ética; y el compromiso, con la memoria quebrada de un período de la historia cultural de la nación. Quiero referirme a los momentos de ese texto en que se ilustran esos juegos camaleónicos y dobleces con los que en nombre del respeto a la pluralidad, a las cicatrices de la memoria y a sus afectados, se intentan tachar esas otras relecturas de la historia que parecen incómodas. Y a las artimañas retóricas que documentan cómo su autor nos intenta decir algo distinto a lo que el texto nos dice (lo que duele y lleva escondido).

2.1. En su nota al pie número 3, Arango acota: «Me resulta imprescindible mencionar una contradicción exterior al libro: Víctor Fowler, quien recibe algunos de los mayores elogios de Abreu Arcia [...] fue jurado en la edición del Premio Literario Casa de las Américas 2007. Tal coincidencia se convierte en un conflicto ético que no puedo pasar por alto» (p. 59).

Aquí hay un dato que él, en su impugnación ética a Fowler y en sus atentas lecturas a mi libro, esconde todo el tiempo y escamotea a sus lectores. Se trata de las páginas (165, 166, 167 y 168) donde examino el ensayo «Rumbos de la nueva cuentística»,[4] escrito por el entonces intolerante Arango y aparecido en diciembre de 1978 en la revista Universidad de La Habana. Se trata de un texto impecablemente escrito, pero lamentable por su tenebroso dogmatismo. Su lectura todavía produce pavor, sobre todo porque hacía leña del árbol caído. Como entonces les informo a los lectores de Los juegos de la Escritura…, dicho ensayo motivó una posterior retractación del autor («Argumentos para la retractación y la reincidencia», Letras Cubanas, no. 1, 1986).

No es la ética sino el elogio lo que Arango le disputa a Víctor Fowler. Víctor es quien usurpa lo que para Arango, aquí, se constituye todo el tiempo en el oscuro objeto del deseo: el elogio. Este dato nos alerta, además, sobre la naturaleza contradictoria y oportunista desde la que opera el concepto de ética en «Una mala escritura de la Historia».

3
Por puntuales y certeras, le agradezco a Arango las observaciones que le hace a Los juegos de la Escritura… (escribí «La vida Flora» en lugar del correcto «Vida de Flora»; José Antonio Baragaño, el lugar de José A. Baragaño), como también le agradezco la observación que hace sobre Ángel Acosta León. Aún falta otra que Arango no menciona, pero que los lectores deben conocer: cuando recreo con ciertos giros de ficción los tiempos de Lunes de Revolución, incurro en el error de ubicar la residencia de Virgilio Piñera en Guanabacoa en lugar de Guanabo. (ver Los juegos de la Escritura…, p. 30). Sin embargo, Arango miente deliberadamente en algunas de sus afirmaciones:

3.1. «Y para demostrar cómo la lírica también evoluciona en su percepción del espacio urbano de La Habana de los años ¡50!, se emplean versos de “Sinfonía urbana”, poema de Rubén Martínez Villena (1899-1934)».

En Los juegos de la Escritura… se lee: «La lírica también evoluciona en su percepción del espacio urbano. // Solemnidad profunda, rara melancolía. // La capital se baña de lumbre meridiana, // y un rumor de colmena colosal se diría // que flota en la fecunda serenidad urbana. // Exclamaba Rubén Martínez Villena. Ahora la ciudad no es aquel paisaje, ha pasado a ser…» (Énfasis míos, 22-23).

3.2. Miente además cuando afirma que caigo en una grave omisión «que implica una tergiversación de ese sujeto que Abreu llama «el grupo de jóvenes y artistas nucleados en torno a El Caimán Barbudo, y del que nombra a [Jesús] Díaz, Guillermo Rodríguez Rivera y Víctor Casaus» (p. 58), y se refiere a ella de la siguiente manera: «Abreu parece desconocer que en enero de 1968 la dirección de El Caimán Barbudo ya no estaba en manos de Jesús Díaz. Él y su equipo han sido separados de la publicación, que ahora declara el inicio de una “Segunda época” […]» (p. 58). En las páginas 119, 120 y 121 de Los juegos de la Escritura… me refiero a ese grupo como la «redacción saliente».

Leamos: «En el número 21 aparece la siguiente nota: «La redacción saliente de El Caimán Barbudo responde a la polémica sostenida con Heberto Padilla. El novelista Lisandro Otero clausura el bout con el quinto y último disparo». (p. 120). Y unas líneas más abajo informo al lector: «“Yogui y el Comisario” está firmado por Víctor Casaus, Jesús Díaz, Luis Rogelio Nogueras y Guillermo Rodríguez Rivera, y entre los argumentos enarbolados está una colaboración de Cabrera Infante: “Centenario en el espejo”, aparecida en la revista Mundo Nuevo […]» (Énfasis mío, p. 120).

3.3. Más allá de lo divertido que puede resultar por su pacatería, Arango miente al lector cuando se refiere al tratamiento que reciben en mi libro los homosexuales, los negros y las mujeres. Dice llamarle poderosamente la atención que en un libro como el mío, que pretende ser tan inclusivo y desprejuiciado, me refiera a los «pingueros orientales», pues es una expresión que «reproduce otra forma discriminatoria, esta vez entre el centro urbano y la periferia más subdesarrollada y empobrecida» (nota 8). El sentido discriminatorio pertenece al propio Arango. Ignoro por qué me lo adjudica. Además, el término lo uso en tres ocasiones.

En Los juegos de la Escritura… se lee: «Son los años de la eclosión de los travestis, los pingueros (prostitución masculina), que llegan desde las regiones orientales a ciudades como La Habana y Varadero asociadas al desarrollo del turismo internacional del país, escapando de las precarias condiciones de vida que impone el “período especial”. De los show gay de diez pesos...» (p. 361).

3.4. Miente cuando apunta: «A pesar de que el autor se queja de que “sólo dos o tres de sus principales teóricos han visto la luz de manera dispersa, fragmentada en revistas de poca circulación”, Criterios ha ofrecido al lector una extensísima bibliografía del posmodernismo, cuya compilación (aparecida en el 2007) sobrepasa las cuatrocientas páginas» (p. 58). Mi libro, como enfatiza Arturo Arango en el párrafo inicial de su crítica, fue premiado en el año 2007. Es decir, su escritura se sitúa anterior a la salida de esa importante compilación cuidada y preparada por Desiderio Navarro a partir de textos que fueron apareciendo entre 1991 y 2006 en diferentes números de Criterios (también en uno de la propia Gaceta y otros en volúmenes preparados por Desiderio Navarro). Pero yo agrego «en revistas de poca circulación», como ha sido Criterios, y exactamente en los años noventa, cuando la circulación de esa y otros tantas publicaciones parecía desvanecerse por las enormes carencias que se vivieron en esos años de «período especial». Por otra parte, esta enunciación en Los juegos de la escritura… está enmarcada en un período del campo cultural muy específico: finales de la década de 1980 y principios de la siguiente (ver p. 255).

4
El autor de «Una mala escritura de la Historia» «lee mal» e intenta provocar efectos de cortocircuito o disonancia en la recepción de Los juegos de la Escritura… cuando desde su supuesta autoridad crítica afirma:

4.1. «Al estudiar los conflictos en torno a Lunes de Revolución, se coloca a Rolando Escardó entre los integrantes del llamado grupo de Lunes… y se acude a un poema suyo como ejemplo de los discursos presuntamente alternativos de Lunes...» (p. 56). Aunque añade una nota al pie (la número 1), donde reconoce que Escardó publicó en Lunes..., pero que su labor estuvo lejos de la redacción del seminario: «como teniente del Ejército Rebelde se ocupaba tanto de organizar cooperativas de carbonero…». En mi libro hablo de «la pluralidad de visiones estéticas [...] desde la que se configura el semanario»
(p. 58). Arango sostiene en su texto que se cita como uno de los integrantes del llamado grupo de Lunes.

4.2. Miente y al mismo tiempo lee mal cuando objeta: «Sitúa en los enclaves del campo cultural a los heterónomos, pero no hace explícita su ideología» (p. 57). Y a la manera de un niño que se niega a leer un libro, pero insiste en que le cuenten lo que dice, pregunta: «Qué defienden: ¿la instrumentalidad, la operatividad ideológica del arte y la literatura?». Dejemos que sea Los juegos de la Escritura… quien le responda:

Los heterónomos, deudores de la experiencia cultural y el pensamiento soviético, constituyen un espacio mediación entre el poder y el campo cultural. Operan a través de los discursos de la ideología y de la política como conjunto de regulaciones y disposiciones que intentan normar los rumbos y el carácter de la creación artística y literaria. Su labor está orientada hacia la implementación de esos paradigmas estéticos sobre los que descansarán no sólo la gramática de los procesos culturales […].

Se lee en el segundo párrafo de la pagina 47. Y, desde esta perspectiva analítica se examinan, de la página 48 a la 57, además de otros documentos los siguientes: «Apuntes sobre el arte y la literatura», de Mirta Aguirre; «Conclusiones de un debate entre cineastas cubanos», «En busca de expresión estética de una “nación para sí”», de José A. Portuondo, y «Conversación con nuestros pintores abstractos», de Juan Marinello.

5
Arturo Arango hace gala de su precariedad teórica durante su lectura de Los juegos de la Escritura…

5.1. Cuando me refiero a las prácticas simbólicas emergentes en la visualidad, la literatura y el pensamiento cubanos que comienzan a aparecer entre finales de los años ochenta y principios de los noventa, hablo de «los nuevos contextos y reconvenciones que socavan los binarismos: colonizador-colonizado, propio-ajeno, idéntico-diferente, sobre los que durante siglos ha descansado la conciencia oposicional, contestataria de lo latinoamericano». Arturo Arango cita estas palabras y añade al término de ellas una nota al pie (la número 2) en la que comenta: «Me gustaría conocer cómo Alberto Abreu comprende la realidad latinoamericana de hoy mismo sin oposiciones como dependencia-autonomía o colonizador-colonizado».

Es decir, mientras mi afirmación se refiere a un grupo de representaciones simbólicas que responden a las nociones de transculturación (Ortiz, Rama), hibridez (Canclini), totalidad contradictoria y sujeto migrante (Cornejo Polar), Arturo Arango, para su exégesis, se posiciona en lo que Nelly Richard llama «los fundamentalismos de aquel latinoamericanismo todavía entrampado en una metafísica de la identidad que concibe a América Latina como depositaria de una autenticidad del ser y una espontaneidad de la vivencia, de una primariedad salvaje que habla en vivo y en directo».[5]

5.2. Denota también una lectura de mi libro acometida desde la elementalidad teórica cuando en los párrafos finales de su artículo, refiriéndose al tratamiento que reciben en mi libro los negros, homosexuales y mujeres, declara: «La contradicción que quiero poner de manifiesto es la manera como ese otro componente de la oposición, ubicado siempre en la zona del poder, es reducido a sus expresiones más toscas y elementales». Y continúa: «Si estableciéramos una relación de identidad entre “discurso del poder” o “campo del poder político” y Estado cubano, sería imprescindible analizar las relaciones con esos sujetos secularmente marginados desde variaciones, negociaciones, tensiones cambiantes a lo largo de estos cincuenta años». Y por último afirma: «Pero el mismo discurso del poder puede ser enunciado desde una entidad más amplia y abarcadora».

Arturo Arango no hace otra cosa que repetir a su manera uno de los propósitos de Los juegos de la Escritura… Vayamos a lo que digo en los capítulos finales de Los juegos de la Escritura… donde, entre otras categorías analíticas, introduzco la figura del sujeto migrante, de Antonio Cornejo Polar, para analizar estas tramas y tensiones propias de identidades y sujetos marginados, cuyos debates «se dilucidan dentro de un terreno de conflictos y negociaciones culturales y lingüísticas donde se cruzan lo regional, lo local, lo nacional y lo transnacional, [y] son, entre otros, los nuevos universos problemáticos y de audacia metodológica a las cuales nos aboca el sistema teórico de esta figura clave dentro de los Estudios Latinoamericanos» (p. 349).

Mi libro, y los lectores que lo hayan leído lo conocen, ha preferido explorar las relaciones de poder a partir de las políticas de representación, a partir de las políticas del texto escrito, de la memoria y en la noción de discurso, a partir de las políticas de identidad, del desmontaje de los relatos historiográficos, en tanto prácticas y lugares teóricos desde los cuales tradicionalmente la modernidad no sólo en Cuba, sino también en Occidente, ha instaurado su hegemonía y producido subalternidades.

Esta perspectiva analítica no es una opción de Los juegos de la Escritura… Es consustancial a su objeto de estudio: los gestos deconstructivos de estas prácticas simbólicas y del nuevo ensayismo cubano con sus miradas teóricas que interpelen y deconstruyen estas relaciones verticales de poder.

6
Cito otros pasajes donde las contorsiones de la insidia en las palabras de Arturo Arango rigen los movimientos de lectura y prevalecen sobre el rigor analítico:

6.1. Se trata de otro momento en que a través del juego entre lo escondido y lo connotado, Arturo Arango insiste en sus interpelaciones a Víctor Fowler. No ya en lo relativo a la ética, sino a sus filiaciones teóricas. En los párrafos finales de «Una mala escritura de la Historia», donde Arango apunta: «En el párrafo final del libro, escribe Abreu que su objetivo...», cuando en Los juegos de la Escritura… se lee: «Finalmente debo aclarar que este ensayo sólo tiene una finalidad exploratoria. Su objetivo ha sido graficar...».

Esta sustitución de libro por ensayo descontextualiza el objeto de estudio. Por cuanto no está aludiendo al libro en general, sino al último capítulo titulado «En la zona: Los espacios de la desobediencia en la narrativa cubana contemporánea». ¿A qué motivos obedece esta maniobra de Arango? La respuesta está en la interrogante que a continuación se hace Arango: «¿Quien niega o excluye determinadas ideologías o discursos y los deja fuera del proyecto teleológico? Para hacerlo aún más claro, ¿quién escribe esa Historia vencedora (p. 306.)?».

Es decir, tanto la expresión «Historia vencedora» como el número de página que Arango cita designan de manera asimétrica otro capítulo del libro («Escritura de la subjetividad. Del discurso crítico al nuevo ensayismo cubano»), específicamente el apartado donde se examina el ensayismo de Fowler, y en particular su filiaciones teóricas, y a las que me refiero como «Es su astucia, su arma a la hora de lidiar con la Historia vencedora».

Lo que me interesa describir es cómo en el escrito de Arango, en el acto de leer y comentar el otro texto, las murumacas y contorsiones de la insidia que guían los movimientos de la lectura del texto prevalecen por encima de todo rigor analítico.

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Son sorprendentes las artimañas a las que apela Arturo Arango para continuar inclinando la balanza desfavorablemente hacia Lunes y El Puente.

7.1. Cuando afirma que al leer Los juegos de la Escritura… «pareciera que Lunes de Revolución era una publicación marginal, alternativa [...]». No desconozco el poder que llegó a tener Lunes de Revolución, cuya tirada alcanzó los doscientos cincuenta mil ejemplares, que contaba también con Ediciones R, con una imprenta y un programa de televisión cada lunes. Pero sí marginal en cuanto a las tachaduras y tergiversaciones de las que posteriormente fue objeto por los relatos de nuestra historiografía literaria.

7.2. En el caso de Ediciones El Puente, todavía es más inquietante. Veamos el párrafo que comienza así: «En la siguiente oposición binaria que se establece entre El Puente y El Caimán Barbudo», Arango se pregunta: «¿Quiénes de El Puente fueron marginados?». Y establece la siguiente enumeración: Miguel Barnet disfrutaba del merecido reconocimiento por su clásico Biografía de un cimarrón. Manuel Granados publica El viento en casa-sol, Georgina Herrera y Belkis Cuza Malé obtienen premios y menciones, y Lina de Feria es jefa de redacción del Caimán. Arturo Arango continúa: «Ciertamente, muchos otros integrantes de El Puente desaparecieron [énfasis mío] de la vida literaria, y no pocos fueron a instalarse en otros países. Pero en 1968 ocurrieron acontecimientos más severos en el campo cultural cubano y las causas de esa diáspora no descansan, exclusiva y ni siquiera principalmente, en la polémica de la [Ana maría] Simo con el por entonces intolerable Jesús Díaz» (p. 58).

Está aquí el intento de Arango por relatar el lado esplendoroso de la Historia, que tiene un reverso siniestro. Es sintomático la detención de José Mario, el líder del proyecto de Ediciones El Puente, la noche de la aparición del número de La Gaceta de Cuba donde Jesús Díaz acusa a los miembros de El Puente de empollados «por la fracción más disoluta y negativa de la generación actuante». Su detención concluye en el campamento 2279 de la UMAP, donde pasó ocho meses. El arresto de Ana María Simo y su encierro en una prisión de mujeres en Guanabacoa y su posterior internamiento en un hospital siquiátrico donde recibió electrochoques.

Mientras escribo estas notas, viene a mi memoria aquellas palabras de Nancy Morejón en una entrevista aparecida en Opus Habana a raíz de su Premio Nacional de Literatura. Allí confiesa: «Yo viví acomplejada muchos años, a tal punto que siempre he participado en comisiones, en esto o en lo otro... pero nada de hablar en asambleas. Todavía hoy a mí me cuesta intervenir en una reunión de ese tipo. Porque siempre siento —es inconsciente— detrás de mí como un mal ojo. En fin, había como una especie de mala voluntad y contra la mala intención no puedes hacer nada... porque éramos considerados algo así como seres endiablados. Te digo que a mí todavía en un Consejo Nacional de la UNEAC me da trabajo levantar la mano para decir algo, porque me parece que va a salir alguien y me va a decir: “Cállese usted, porque los de El Puente...”. Ahora te lo puedo contar, pero antes no se hablaba de esas cosas».[6]

Realmente no sé qué tipo de deudas intenta saldar Arturo Arango con «Una mala escritura de la Historia». Sólo sé que no son con la memoria del campo cultural revolucionario; sus tachaduras y olvidos; y sus principales víctimas.

Habría mucho más que comentar sobre «Una mala escritura de la Historia», pero espacio y tiempo sobran.

Alberto Abreu Arcia
[1] Graziella Pogolotti: “La insoportable gravedad de la historia”, Casa de las Américas, no. 251, abril-junio del 2008, p. 134.
[2] Premio Casa de las Américas 2007. Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008.
[3] Ver Arturo Arango: “Una mala escritura de la Historia”, en La Gaceta de Cuba, enero-febrero del 2009, pp. 56-59.
[4] Arturo Arango Arias: «Rumbos de la nueva cuentística» , en Universidad de la Habana, no. 209 , pp. 119-128.
[5] Ver Nelly Richard: «Introducción», en Julio Ramos: Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XXI. Editorial Cuarto Propio-Ediciones Callejón, Santiago de Chile-San Juan, p. 12.
[6] María Grant: «En Los Sitios de Nancy Morejón», en Opus Habana, n. 1, 2002, p. 16-25.

CUBA: NARRATIVA, RAZA Y MUJER


CUBA: NARRATIVA, RAZA Y MUJER
(Algunas interrogantes y otras reflexiones a partir de Sobre las olas y otros cuentos[1], de Inés María Martiatu).

La reciente aparición de Sobre las olas y otros cuentos, de Inés María Martiatu, por Swan Isle Press Chicago, viene a constituir un suceso peculiar dentro del discurso editorial cubano y el entorno ideotemático en que se mueve nuestra producción literaria cubana en ésta primera década del siglo XXI.
Comenzaré por la primera de estas instancias: la del discurso editorial cubano. Por cuanto la edición de este libro no se realiza desde ninguna de las editoriales de Isla, sino que nos llega desde lo que en el argot de la ciudad letrada cubana se conoce por la Academia Norteamericana. La segunda de las razones que hacen de la aparición de Sobre las olas… un evento peculiar están en los asuntos y conflictos que este libro, desde su textualidad fascinante recrea; y las nuevas inflexiones que introduce en el espectro de indagaciones temáticas y estéticas de la narrativa que están escribiendo actualmente las mujeres en Cuba.
Desde la década del noventa, del pasado siglo, la narrativa femenina pasó a constituir uno de los espacios más atendido por la crítica literaria cubana. Como lo atestiguan las innumerables antologías, cartografías, y textos críticos que en este sentido aparecieron tanto en Cuba y en el extranjero, particularmente en los Estados Unidos dedicados a dar fe de las nuevas tipologías de este movimiento, que apuntaban hacia el devenir social y genérico de la nación, el cuerpo sexuado, el realismo sucio... Este fenómeno, unido a otras circunstancias, propició, en parte, una especie de boom de la narrativa cubana producida por mujeres. El cual devino un enclave no sólo discursivo, sino una plataforma de lanzamiento, descentramientos y debates sobre las políticas de interpretación falocéntricas y excluyentes desde las que el discurso crítico y pensamiento sobre literatura cubana tradicionalmente había articulado las cuestiones relativas al canon, la norma...
Sin embargo, la reciente aparición de, Sobre las olas… viene a hablarnos de cómo estos reclamos de validación, muy justos, de la teoría y la narrativa de mujeres, terminó, en lo racial, reproduciendo el mismo gesto exclusivo de que eran víctimas.
Es en este punto donde aquí radica no sólo el mérito, sino también los desafíos que propone Sobre las olas… a nuestras teóricas feministas, estudiosos de la literatura y de las problemática del campo cultural cubano. Es decir, el de una lectura de estas narraciones desde la perspectiva analítica del feminismo negro.
La problemática racial constituye, en la sociedad cubana actual, uno de los tópicos más candentes dentro del debate público e intelectual. Estas discusiones no han escapado a estudiosos de la literatura y la cultura cubana de otras partes del mundo. Específicamente, los textos de autoras afrocubanas como Nancy Morejón, Georgina Herrera, Excilia Saldaña, Teresa Cárdenas, los libros Reyita y Golpeando la memoria, de Daysi Rubiera… resultan las autoras y textos de mayor visibilidad y reconocimiento internacional.
Llegado a este punto me surgen varias interrogantes: ¿Es en la poesía, la literatura para niños y en el testimonio dónde la literatura escrita por afrocubanas ha logrado expresar con un alto nivel estético las complejas problemáticas que se derivan de su doble condición subalterna? ¿Qué marcas y procedimientos escriturales, más allá de las referencias al mito y al etnotexto, nos permiten aseverar que estamos ante la presencia de una escritura y una cosmovisión del mundo que emana de un sujeto negro? Son respuestas en la que la crítica cultural encargada del análisis de las obras literarias cubanas que están produciendo estas identidades tendrá que continuar ahondando. Nótese que escribo crítica cultural, y no literaria a secas.
Considero que el espacio de la narrativa escrita por mujeres negras sigue siendo una provincia poco atendida por la crítica. (Cuando hablo de crítica a la literatura producida por afrocubanas; me refiero -claro está- a los estudios que se realizan fuera de la Isla, por colegas extranjeros quienes parecen haber acaparado el tema). A pesar de que existen nombres como los de Isnalbys Crespo, Elvira García Mora. Paradójicamente, un cuento de ésta última, incluido por Salvador Redonet en su memorable antología: Los últimos serán los primeros, es considerado como fundacional en este tipo de escritura. Digo, paradójicamente porque su asunto y el mundo que recrea no sólo se abordada desde una perspectiva de género, sino también racial.
Lo que intento significar es que estamos frente a un movimiento que está muy lejos de haber agotado todas sus posibilidades de estudio. Y donde intervienen otras regularidades generacionales, de formación literaria, el lugar desde donde las autoras producen sus textos (no siempre ni necesariamente La Habana), etc.
Al mismo tiempo, existe una dificultad para la crítica ávida de auscultar este proceso. Y estriba en el autoreconocimiento de esta doble condición: mujer y negra. Aclaro que por autoreconocimiento me refiero a un hecho que va más allá del punto de vista o el posicionamiento de enunciación de las propias autoras. Hablo del hecho de asumirse públicamente desde esta doble condición: la de mujer y negra.
La autora de Sobre las olas… es, actualmente, en Cuba una de las intelectuales más informada sobre las teorías del feminismo negro, y también sobre las obras de ficciones producidas por escritoras afrodescendientes en Latinoamérica y el Caribe.
La primera vez que tuve noticias de estos relatos fue en 1990. Por esa fecha uno de ellos obtuvo el premio en el concurso de cuento femenino convocado por El Colegio de México y Casa de las Américas. Posteriormente, en 1993, una muestra muy breve de los mismos vieron la luz en una plaquet, que publicó la Editorial Letras Cubanas bajo el título de Algo bueno e interesante.
Las historias que se nos cuenta en Sobre las olas seducen por la manera en que están narradas. En ellas la música es uno de sus motivos más recurrentes. El mismo título del libro, que ahora el lector tiene entre sus manos, es un préstamo que Inés María Martiatu toma de un vals del compositor mexicano, Juventino Rosas. Otro de los relatos, “Una breve y eléctrica sensación”, se inicia cuando suenan los primeros acordes de una orquesta. Entonces, como poseída por un hechizo, una niña, siente que su cuerpo empieza a vivir una transformación inusual. En “El re es verde”, una maestra de kindergarten musical, Madame Paulette, le asegura a sus discípulos, que las notas musicales están hecha de colores… La música siempre, ella, desde su potencial perturbador que convoca a su alrededor los imaginarios de lo popular, la identidad racial, la memoria.
También estos relatos nos hablan del desarraigo familiar y existencial que algunos de sus personajes arrastran como una marca atávica. La falta de anclaje que hunde sus raíces en los orígenes diaspóricos del pueblo negro. La manera brutal, con que fue transplantadas a este lado del Atlántico. Pero vividos como atributo de una subjetividad y una existencia frente a la que el lector queda desarmado.
En “La duda” luego del inicio de una relación amorosa entre Matilde y la protagonista, que se ve frustrada por la intervención de las mojas. La primera (Matilde) es enviada con su familia, y la otra a un convento de negras en Estados Unidos. De ésta última nos dice la narradora: “Ella no dejaba nada atrás ni siquiera el recuerdo de una familia. Había salido muy pequeña de su casa para establecerse en aquel lugar sin tiempo y sin posibles referencias personales que era el convento. No podría ya recordar su casa, su origen, sus hermanos…”
Paradójicamente, también es la mujer negra, en el espacio doméstico, quien mantiene viva la memoria, a través de la cháchara, el parloteo familiar. Ella articula los fragmentos distantes y dispersos de esa memoria lacerada, y los trae al presente.
Ningún otro, como el novelista cubano Eliseo Alberto, ha descrito, de manera
inigualable, la sensación que invade al lector de Sobre las olas cuando apunta:

“A veces el futuro está a la espalda. Los yorubas nos enseñaron
que cuando no supiéramos hacia dónde íbamos, miráramos atrás
para recordar de dónde veníamos. Inés María carga sobre los
hombros el tesoro de la palabra. Todos los caminos conducen a esa
novela llamada mar, escrita ola a ola”. Eliseo Alberto”.[2]

Si tuviera que elegir una de estas historias, me inclinaría, sin vacilación, a favor de “Una y otra vez “. Se trata de un relato circular, con cierto hálito borgeano.
Por el asunto que recrea (el mito de Sikan, a partir del que surge la Sociedad Secreta Abakuá); y determinadas marcas biográficas, el lector tiene la impresión de que se trata de un homenaje a la grabadora cubana Belkis Ayllón y su estética desacralizadora.
Los motivos del sueño, el espejo, el cuerpo prisionero dentro de otro cuerpo (el de la memoria, lo ancestral). El río, que aparece siempre en el sueño de la protagonista. Al igual que el espejo, tienen una connotación simbólica: “[…] cuídate de los espejos, son objetos peligrosos. Nadie sabe a dónde te pueden llevar.” Le advirtió en una ocasión el profesor. A medida que se desarrolla la historia, estas palabras adquieren un carácter de sentencia. Van mostrándonos los presuntos misterios que en sus inicios estaba designando.
El espejo y el río establecen las demarcaciones espacio temporales entre dos mundos: el sueño y lo real, la memoria, la tradición, el rito y el presente. Entre el de la exclusión, la tachadura por un orden y una cosmovisión del mundo patriarcal, y el ahora. El primero, como centro, contiene al segundo. Su historia es la que dota de sentido vital y existencialmente el presente del personaje. Por eso el pasado (el sueño, el río, el espejo) tienen esa superficie espejeante a través de la cual ambos mundos se interconectan, yuxtaponen, parecen reflejarse a sí mismos. De ahí que, en un nivel diegético, ambos funcionen a manera de inversión. Ella, la protagonista de la historia, debe emprender ese peregrinar, la búsqueda de lo primigenio, pero el viaje se torna en un gesto de transgresión, irreverente y necesario.
Y es que lo primigenio aquí no ratifica el mito; sino que lo relee, lo (re)escribe desde una perspectiva de género. El cuerpo sexuado de la protagonista, hasta entonces constreñido, por este mecanismo, es liberado. Aunque, el rito prosigue: el sacerdote es siempre otro y el mismo. “El sacerdote tiene que seguir una vez más los designios de los dioses, porque la muchacha de los ojos como asombrados estará aquí siempre para hacerse voz. Una y otra vez, mujer y voz, misterio y voz. Para siempre. Una y otra vez. Por el resto de los tiempos. Una y otra vez [p.165].”
Sobre las olas, sus fascinantes y entrañables criaturas, son también la memoria de una región de la historia de la nación cubana poco visitada por la crítica y la teoría literaria cubana: el de la mujer y las familias negras; sus vicisitudes y expectativas. Inés María Martiatu elige precisamente esa región como posicionamiento para enunciar estas historias, narradas con plena conciencia que es desde ese y no otro el lugar desde donde desea hablarle a sus lectores.

Alberto Abreu
[1] Over the Waves and other Stories/Sobre las olas y otros cuentos. A bilingual edition. Swanisle Press, University of Chicago Press,2008.
[2] Sometimes the future is behind us. The Yorubas have taught us that when wedo not know where we are heading, we should look backwards to recall wherewe came from. Inés María carries on her shoulders the treasury of theword. All paths lead to that novel called the sea, written wave afterwave. Eliseo Alberto.